Experiencias y epifanías de Daniel

Análisis biográfico de la identificación sexual

Daniel’s experiences and epiphanies

Biographical analysis of sexual identification

Resumen

Este artículo realiza un análisis biográfico de un trayecto de vida homosexual en San Juan Argentina. La investigación se realizó a partir del estudio de epifanías como las experiencias de identificación sexual significativas. Las identificaciones sexuales se abordaron en el diálogo entre los sentires particulares y colectivos, y las estructuras y dispositivos heterosexuales. En ese contexto intentamos analizar las resistencias posibles en los procesos de identificación no heterosexual desde la perspectiva propia de quien lo convivió.

El contexto conceptual se construyó a partir de un enfoque que incluyó la categoría de estigma de Goffman para analizar los procesos delatorios asociados a las identidades no heterosexuales y la infrapolítica de James Scott para interpretar las formas discretas de resistencias. En la investigación se utilizaron metodologías cualitativas con análisis biográfico como estrategia de investigación cualitativa y entrevista en profundidad como técnica de recolección de datos. La investigación se realizó a partir del estudio de un caso único bajo el criterio de “persona común” a fin de rescatar voces que aparecen sumidas en generalizaciones.

Palabras claves: epifanías, experiencias, identificación sexual, estigma.

Abstract

This article makes a biographical analysis of a non-heterosexual life journey in San Juan Argentina. The research was carried out from the study of epiphanies as significant sexual identification experiences within a life journey. Sexual identifications were addressed in the dialogue between particular and collective feelings, and heterosexual structures and devices.

In this context, we try to analyze the possible resistances in non-heterosexual identification processes from the perspective of the person who lived with it. The conceptual context was built from an approach that included Goffman’s category of stigma to analyze the tell-tale processes associated with non-heterosexual identities and James Scott’s infra-politics to interpret the discrete forms of resistance. The research used qualitative methodologies with biographical analysis as a qualitative research strategy and in-depth interview as a data collection technique. The research was carried out from the study of a single case under the criterion of “common person” in order to rescue voices that appear mired in generalizations.

Keywords: epiphanies, experiences, sexual identification, stigma.

Introducción

En este artículo analizamos experiencias de identificación sexual en una historia de vida particular a partir de la interpretación de epifanías. Desde estas lecturas intentamos interpretar los procesos sociales de identificación y estigmatización sexual. Para ello realizamos un recorrido por la historia de vida de Daniel y las experiencias de identificación sexual que él transitó. Objetivamos las experiencias de identificación sexual como procesos de toma de posiciones y prestamos especial atención a los diálogos posibles entre las identificaciones no heterosexuales1 con las disposiciones heteronormativas. Las dimensiones de investigación refirieron especialmente a las formas en que quienes se autoperciben no heterosexuales se identifican en relación a sus condiciones particulares dentro de contextos heteronormativos.

Para esta investigación centramos la atención en la construcción colectiva de la “identidad” como un atributo de valor relacional. En razón de esto reemplazamos el sentido de la categoría “identidad” por “experiencias de identificación” como ejercicios de posicionamiento mediante los cuales se establecen luchas. Recuperamos lo postulado por Meccia (2008) y establecimos la identidad, o identificación, no heterosexual como un referente colectivo donde los sujetos, en ausencia de interacciones preestablecidas, experimentan cierto sentido de solidaridad derivado de compartir un cúmulo de experiencias similares (Meccia, 2008). Las experiencias de identificación fueron analizadas como realidades situadas desde las que es posible relacionarse, establecer posicionamientos. Por ello analizamos las experiencias de identificación no heterosexual a partir de los conceptos de Thompson (1981), en el diálogo entre el ser social y la conciencia social, y de Stone-Mediatore (1999), en los procesos de reescrituras como una realidad mediada por representaciones. El propósito de este abordaje fue generar una descripción que figurara los procesos materiales e ideológicos mediante los cuales fueron subjetivadas las identificaciones sexuales.

La decisión de realizar un análisis de experiencias como herramienta teórico-metodológica estuvo fundamentada desde una propuesta paradigmática, con la que buscamos construir un objeto de estudio a partir de realidades situadas desde las cuales se establecieron juegos de posiciones. Bajo esta perspectiva, el objeto de estudio “experiencias de identificación no heterosexuales” permite acceder no sólo a lo que les sujetes interpretaron de sus realidades, sino también a los procesos que operaron sobre dichas interpretaciones.

En la investigación utilizamos una metodología cualitativa, considerando que proponía las herramientas más adecuadas para responder las preguntas de investigación. Para ello nos fundamentamos en la distinción planteada por Robert Stake (2007), entre investigación cuantitativa y cualitativa, a partir del tipo de conocimiento que se pretende obtener. La estrategia de investigación cualitativa utilizada fue el enfoque biográfico que permitió fortalecer la perspectiva de les sujetes y la relevancia que esta tuvo en contexto. El potencial de los enfoques biográficos viabilizó las relaciones entre las experiencias individuales y los contextos sociales donde se desarrollaron, develando la perspectiva de las historias de vida en el interior de las estructuras.

La entrevista en profundidad fue utilizada como instrumento de recolección de la información y se realizó a través de ejes que indagaron sobre las experiencias de identificación, las interpretaciones realizadas y los contextos de desarrollo. Se respetaron las cronologías y coherencias propias de las narraciones, ya que se reconoció a priori que quienes cuentan sus vidas hacen una reconstrucción de estas, desde su presente, que es en sí una interpretación. En este momento articulamos el análisis de los datos alrededor de la focalización en los momentos decisivos como “epifanías2” donde interpretamos las experiencias de identificación contextualizadas en las historias de vida.

Estigma Homosexual

Para enfocarnos en las dimensiones y procesos marginales de las experiencias de identificación sexual, iniciamos un diálogo crítico con el concepto “estigma” de Goffman (2006), el cual, como categoría y procedimiento de abordaje, sirvió para interpretar las relaciones entre identificaciones no heterosexuales y procesos delatorios3. El estigma como procedimiento de división establece una imagen de identificación social a partir de un atributo valorado como “negativo”, capaz de reducir la totalidad a la condición de “sujeto desacreditable”. Como atributo descalificador se ejerce a través de las relaciones que les sujetes pueden establecer y aun cuando refiere a un atributo que se posa material o simbólicamente, tanto el proceso de construcción como la acción desacreditadora derivada resultan relacionales.

El estigma como atributo de identificación puede proponerse como una condición conocida/preexistente bajo la condición de “sujeto desacreditado”. Si el atributo que pudiese significar un estigma se mantuviera oculto, se definiría como desacreditable. Además, les sujetes estigmatizados tienden a transitar por las mismas experiencias de identificación; este proceso de socialización como aprendizaje y procesión, denominado “carrera moral” (Goffman, 2006), estableció puentes entre las experiencias particulares y los procesos ideológicos.

Les sujetes estigmatizados reconocen sus atributos estigmatizados y aprenden las formas de relacionarse con ellos. El manejo de la información oculta que desacredita al yo, el “encubrimiento” ... (Goffman, 2006, p. 57). Las técnicas de encubrimiento dieron paso a los conceptos de discurso oculto e infrapolítica como categorías de abordaje. Dentro de la misma línea de indagación, prestamos especial atención al trabajo de James Scott (2004) sobre las formas de resistencia discretas de les dominades. Este autor centró su estudio en las prácticas de resistencia que comprenden el manejo de las apariencias dentro de las relaciones de poder. El autor centró su interés en las posibilidades que tienen les marginades de desplazar lo que denominó “agresión inhibida” por medios no directos o hacia otros objetos, a fin de no profundizar los apremios del poder sobre sí mismos.

Los trabajos de Scott analizaron la problemática de las prácticas de resistencia dentro de los contextos de dominación. Si consideramos la heterosexualidad –o heteronormatividad para ser más específicos– como sistema hegemónico, resulta difícil delimitar las expresiones no heterosexuales como contra-conductas, en especial por su condición de discontinuidad. El principal obstáculo es el sesgo ideológico que obliga a pensar la subalteridad en los términos de la hegemonía; en otras palabras, se objetiva lo que no es heterosexual como si lo fuera. El enfoque de las relaciones de poder, desde esta perspectiva, dirige su atención al choque entre dominantes y subordinades como un encuentro entre el discurso público de los primeros y el discurso oculto de los segundos. La frontera entre el discurso público y oculto constituye un espacio de conflicto y un lugar cotidiano para la lucha de clase.

Les subalternes se enfrentan a ideologías complejas que sobrepasan las posibilidades de sus resistencias fragmentadas. Como producto social, el discurso oculto se funda en la homogeneidad de la dominación, el espacio social en el cual elaboran su discurso es uniforme, cohesivo y unificado debido a las poderosas obligaciones mutuas que mantiene cualquier discurso rival a una distancia segura (Scott, 2004). Scott insistió con el concepto infrapolítica para expresar la estructura de la acción política, visible y real. “La infrapolítica es la política real […] en ella se gana y se pierde en el terreno concreto” (Scott, 2004, p. 236). Que el discurso oculto no se proponga abiertamente en oposición –y aún muchas veces convalide las relaciones de opresión– no significa que carezca de sentido si les subordinades pueden mejorar su situación de opresión. Desconocer las resistencias en los desplazamientos de la agresión inhibida planteó un sesgo idealista, de igual manera que no es posible separar la conciencia subordinada de las condiciones de explotación; las resistencias no se pueden separar de las luchas concretas.

La procesión

Primera epifanía

La historia de Daniel comienza en su primera infancia en la que no reconoció diferencias con les demás niñes; recién cuando atisbó su pubertad comenzó a notar contrastes con ellos. Inicialmente el no identificarse a partir de intereses comunes por el juego se propuso de manera enigmática, pero fue el interés por las niñas lo que planteó una duda insoslayable. Esta situación sucedió durante la educación primaria cuando sus compañeros comenzaron a plantear intereses por las estudiantes de años superiores. Si bien Daniel podía reconocer, al igual que sus compañeros, la belleza de las niñas, no compartía su visión “erotizada” y descubría al mismo tiempo que persistía cierto interés por los estudiantes varones. Ya en sexto año su atracción por los varones comenzó a ser más notoria tanto para él como para sus compañeres.

— Siempre todo callado en silencio, más en esa época -pleno proceso militar- yo no podía decir nada de nada.

En ese momento, y aun cuando había reconocido su especial interés por los varones, la ausencia de información impedía que pudiese identificarse homosexual. El hecho de que estas experiencias transcurrieran en su infancia dificultaba dilucidar su condición sexual y ante la ausencia de referentes de identificación, Daniel no pudo reconocerse homosexual en el deseo por otros varones. Por otro lado, las diferencias evidentes con les demás niñes se tradujeron en acoso.

— Yo me daba cuenta que tenía esta atracción por los varones, pero no lo tenía claro, no tenía información de nada. Después mis propios compañeros me empezaron a decir “mariquita”, “Daniela”. Ahí dije: “soy puto”.

El acoso recibido por sus compañeres resultó en la primera epifanía de Daniel. Esta experiencia no necesariamente resolvió las inquietudes de la desinformación, pero sí evidenció lo desventajoso de su posición. El acoso fue constante durante los últimos años de la primaria, tanto de parte de los niños como de las niñas. El acoso incluía ataques físicos como empujones y escupitajos y la degradación constante mediante motes de carácter homofóbicos. Estas situaciones de violencia se profundizaban en espacios masculinizados como las clases de educación física donde la poca habilidad de Daniel en el fútbol se convertía en motivo de mofa. A su vez, la violencia se profundizaba en la anuencia de sus profesores, quienes lo presenciaban, y el abandono de sus padres que no intervenían.

— En sexto le dije a mi mamá, y me dijo “ah no les hagas caso, si vos sabés que son tontos”. Después le dije a mi papá ¡peor! “Hacelos re cagar, cagalos a trompadas”. Y ya está, listo, se terminó… esa era la psicología de ese momento.

Daniel se autor reconoció “marica” ante el hostigamiento, pero las pocas posibilidades de expresarse ya fueren por la vigilancia, o por la ausencia de referentes, impidieron que generase algún tipo de ruptura y sus esfuerzos estuvieron destinados a permanecer invisible. En soledad Daniel buscaba respuestas en mundos de fantasías hasta que el acoso fue tan insostenible que repitió de año. Ser repitente significó un respiro para Daniel dentro de la escuela; el hecho de ser el mayor de la división le permitió relacionarse desde otra posición y aunque sus compañeres percibieron la condición sexual de Daniel, esta no se tradujo en acciones discriminatorias. La integración de Daniel en sus últimos años de secundaria fue buena, aunque nunca pudo expresar su sexualidad, ni tampoco nadie dio lugar para que esta emergiera; no transitó experiencias de violencia. El encubrimiento caracterizó esta etapa en la que Daniel tuvo que adoptar diferentes estrategias disfraz en las que no sólo mantuvo oculta su homosexualidad, sino que también tuvo que dar pruebas de lo contrario.

— […] mis compañeros ya estaban con las novias, yo estaba ahí, jugaba un poco porque ahí sí tenía que armar unos personajes. De hecho, me puse pseudo de novio con una compañera, pero ni siquiera eso, fue un juego y nada más, terminó la secundaria y el juego terminó.

El primer referente homosexual que Daniel tuvo fue su primo mayor quien bajo un contexto de más libertad ya había realizado rupturas. Daniel consideraba que la experiencia de su primo lo podía ayudar a resolver sus conflictos, pero su madre al observar esta relación decidió intervenir y terminarla. Esta relación se estableció con cierta ambivalencia ya que, por un lado, Daniel admiraba las rupturas que su primo había realizado; y por otro, desde los prejuicios heterosexuales con los que había sido educado, era temeroso. Esta contradicción acompañó a Daniel en muchas de sus experiencias.

—Y por ahí me contaba, ya había ido al boliche4 gay en Mendoza, que es Queen. Y me decía: ¡Ay! Vos tenés que ir. Yo decía: ¡No! pánico me daba, porque como no conocía nada, a otros gays, ni nada, en el fondo me daba miedo.

Segunda epifanía

Un segundo periodo significativo en la historia de Daniel estuvo contextualizado por su paso por los estudios superiores. El final de la secundaria significó un nuevo comienzo y él debió reinventar sus estrategias de vinculación. Comenzó a estudiar un profesorado en educación especial en el que la mayoría de les estudiantes eran mujeres. Este contexto resultó más amable que la educación secundaria. Daniel continuó manteniendo oculta su identidad sexual, aunque sus compañeras percibían la situación y, sin saber cómo, intentaban impelarlo para que pudiese expresarse.

— […] había chicas que lo decían abiertamente para que yo lo escuchara “sí, mira cómo no te vas a dar cuenta si es re puto, mira cómo se para” […] lo decían fuerte para que las escuchara […]. No lo tomaba como agresivo, sino como diciendo: “Dale, boludo, no te hagas el galán”.

El pívot5 más importante en este momento sucedió a partir de la intervención de sus amigas, quienes, sin que Daniel lo supiese, organizaron un viaje para que él conociese una pareja de varones gays en Córdoba. Con la excusa de visitar amigos, lograron que Daniel pudiese vincularse con otros varones homosexuales con cierto grado de seguridad. Ya en vacaciones planearon ir a una discoteca gay y aunque Daniel aún no había roto su silencio, se expresaba con mayor libertad incluso aceptó ir de shopping6 con esta pareja. Recibió ropa colorida y abandonó los colores oscuros, que si bien era sólo un cambio cosmético, simbólicamente implicaba dejar de ocultarse. En la discoteca y aunque estaba ansioso frente a algunos coqueteos, se sintió en libertad.

— Los otros me decían “Dale, loca” “nena” y yo me reía cuando me decían así. Estaba tan contento que ni siquiera me daba cuenta, era tan libre que no me calentaba un pedo7.

Después de esta experiencia Daniel buscó el momento apropiado, llamó a sus amigas y por primera vez expresó su identificación sexual. Tras ese viaje comenzó a expresarse progresivamente con mayor libertad y, por otro lado, empezó a liberarse temores y prejuicios heterosexuales que él tenía del “mundo gay”. En Mendoza se animaba a expresar su sexualidad y comenzó a concurrir a la discoteca gay. En ese perdido, y por primera, formó pareja con otro varón al cual consideró como su primer gran amor.

— […] les dije “chicas les tengo que decir algo Vero y Marcela, vengan”. Yo muy ceremonial, lloraba y les dije “chicas, soy gay”. Era la primera vez que lo decía y Marcela me abrazó. Y Vero me dijo: “hay por fin lo dijiste, ya no sabíamos qué hacer”; desde ahí sentí un alivio tan grande…

De allá ya venía con otra cabeza porque había visto otra realidad, porque hay muchos mitos, porque yo pensaba que ir a un boliche gay era encontrar a todos desnudos, tocándose con todos.

Tercera epifanía

El tercer momento, quizás el más significativo en la historia de Daniel, presentó una de las experiencias de identificación sexual a partir de la persecución y castigo por su identificación homosexual. Este proceso de reposicionamiento representó una ruptura respecto de los diálogos que había establecido entre el ejercicio de su homosexualidad y la vigilancia de las estructuras heterosexuales.

Esto sucedió cuando Daniel terminó su carrera de grado y migró a San Juan para trabajar como docente. Cambiar su residencia significó un nuevo comienzo en todas sus relaciones y volvió a convivir de manera oculta su sexualidad. Si bien Daniel no expresó nada sobre su sexualidad, reconoció que existía cierta vigilancia y comentarios estigmatizadores entre sus compañeras respecto de su sexualidad. En este nuevo escenario, el joven convivió sin participar de ninguna actividad que evidenciara su sexualidad hasta que por hastío comenzó terapia psicológica que lo ayudó progresivamente a expresar su identificación sexual. Durante una marcha docente conoció a un colega gay y tuvo su primer amigo homosexual en San Juan. Ya con 30 años, Daniel comenzó progresivamente a tener amistades homosexuales y a participar en reuniones e ir a la discoteca. Los resultados de la terapia se tradujeron en un proceso en el que Daniel fue visibilizando y comunicando su identificación sexual, en el que incluso pudo comunicarse con su familia, aunque su madre siempre evitó la conversación.

–Generalmente eso en mi casa cuando venía mi grupo de amigos, que las locas desfilaban, nos matábamos de risa, comprábamos pizza, comíamos y después ya me animé y fui al boliche. Porque me parecía una pelotudez, tener 30 años y no salía, con este amigo […] ya me animé y fui al boliche.

En el año 2006 Daniel ya era director de una escuela de educación especial y comenzó a notar una actitud extraña entre las maestras y profesionales de la escuela. Previo al receso invernal, las docentes le solicitaron una reunión en la cual insinuaron que algo sucedía, sin decir qué era; a lo que Daniel, sospechando que se referían a su sexualidad, admitió públicamente ser gay.

—Yo pensé que estas venían por algo mío, por mi sexualidad. Yo pensaba que era eso que les daba vergüenza, que les daba asco. Y no, era diez mil veces peor […]

Terminado el receso invernal, cuando Daniel volvía de Mendoza, la policía lo esperaba en la terminal de ómnibus y su casa había sido allanada. Daniel había sido denunciado por abuso de sus estudiantes siendo su caso visibilizado por medios locales y nacionales. Inicialmente fueron convocados a testimoniar el celador de la escuela y un maestro suplente que también era gay; al final sólo Daniel y el otro docente quedaron detenidos. Estuvo 37 días detenido en la Central de Policías en la celda de “homosexuales” y le iniciaron un juicio penal. Fue escrachado en los medios locales y nacionales como abusador de menores y de acumular pornografía en su domicilio, hechos que no tuvieron constancia legal. Con el tiempo Daniel recuperó su libertad, pero fue separado de su cargo sin goce de haberes, lo que constituyó un hecho ilegal.

Todo el proceso judicial fue legal e ilegalmente severo con él. Agotados los plazos de instrucción, el juicio inició, las docentes se negaron a declarar y los testimonios de los padres no superaron la inspección visual, por lo que Daniel fue absuelto. Después de ser declarado “absuelto”, no se le permitió volver a su cargo y el Ministerio de Educación provincial inició un sumario de inhabilitación, argumentando que aún absuelto no fue declarado inocente. Tuvo que intervenir el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) para detener el proceso y pudo recuperar su cargo público, pero fue asignado a cumplir tareas administrativas en el subsuelo de una dependencia del Ministerio de Educación de la provincia.

Durante este proceso, Daniel reconstruyó una identificación desde la marginalidad de su condición, reconociéndose a partir de la punición recibida. Esta experiencia representó un proceso de identificación por reposicionamiento como el castigo infringido públicamente para quienes exceden a la heterosexualidad. Además, dentro de la historia, la delación y posterior exposición constituyeron elementos de los dispositivos heterosexuales; aun cuando la denuncia no prosperó, las consecuencias fueron irreversibles.

— […] un milico8 me decía: Yo estuve en tu casa cuando te hicimos la requisa, no encontramos nada y en los informes está. Yo no sé por qué te tienen acá adentro. “Por puto”, respondí.

Después de esta experiencia y a partir de las nuevas vinculaciones construidas con quienes lo defendieron, Daniel comenzó una militancia activa respecto de los derechos LGTBIQ+. Esta experiencia resultó figurativa de los procesos de corrección como la antípoda de las rupturas del discurso oculto en la escena pública.

Conclusiones

…todos los espacios de trabajo y construcción, espacios políticos, con una total normalidad que por ahí nos hace olvidar que antes te cagaban a palos por mucho menos.

Nos proponemos reflexionar sobre los procesos de identificación sexual a partir de experiencias particulares. Desde esta perspectiva intentamos conocer tecnologías de estigmatización sexual a partir de las experiencias particulares de identificación no heterosexual que pudiesen manifestarse en la descripción de un trayecto biográfico. Analizamos los procesos de identificación sexual a partir de las luchas establecidas como experiencias de identificación dentro de las historias de vida. Este análisis se realizó a partir de un esquema teórico-conceptual inicial que problematizó las identificaciones sexuales en las sociedades heterosexuales.

Las experiencias de identificación sexual en la historia de vida de Daniel estuvieron signadas principalmente a partir de situaciones de violencias y estrategias de ocultamiento. La violencia heterosexual encarnó diversos procesos delatorios que estuvieron profundizados por la condición de visibilidad de los atributos estigmatizables de identificación sexual. Estos procesos disgregados en tecnologías particulares, estableciendo circuitos regulares de exclusión con procedimientos represivos tipificados. La violencia heterosexual se caracterizó por establecer dimensiones exclusorias y persecutorias en su ejercicio. Estas dimensiones no resultaron excluyentes y su función exclusoria tendió principalmente a desalentar el ejercicio de derechos sin intervenir directamente.

Desde la dimensión persecutoria se establecieron ejercicios directos de (re)posicionamiento sobre quien manifestara atributos desacreditables. Si pensamos estas dimensiones, en la biografía de Daniel la violencia se manifestó principalmente desde el acoso permanente y la anuencia de las instituciones de control. En su expresión más radicalizada implicó procesos de reposicionamiento público como ejercicios punitivos sobre las conductas estigmatizadas. La procesión de Daniel ante la justicia resultó figurativa de los procesos de corrección pública por oposición a las rupturas que él pudo realizar. Representó un proceso de identificación por reposicionamiento como el castigo infringido públicamente para quienes exceden a la heterosexualidad. Su función correctiva no sólo opera sobre quienes se materializa, sino que también mediante estos cuerpos se vehiculizan ejercicios disciplinadores hacia el conjunto social.

Resulta importante analizar la violencia estructural, que resultó constante, a la par de las técnicas de enmascaramiento, que fueron discontinuas y posibilitaron rupturas. La ausencia de referentes de identificación, sumado a un contexto principalmente represivo, imposibilitaron que Daniel pudiese realizar durante su adolescencia algún tipo de ruptura respecto de su condición sexual. La principal reacción ante la violencia estructural fue el ocultamiento que resultó la estrategia más frecuente en su infancia y adolescencia. Recién en su juventud, a partir de las posibilidades de habla (Pollak, 2006) que propiciaron sus compañeras de estudio, permitieron que emergiera de manera pública su identificación homosexual. Esta experiencia sucedió de manera espontánea como rupturas emergentes ante las posibilidades de una escena segura.

Las rupturas que sucedieron a esta experiencia primera acaecieron a partir de procesos de sedimentación, como expresiones públicas progresivas, que posibilitaron apoyos familiares, nuevas amistades, la terapia psicológica, y la voluntad de Daniel de identificarse públicamente. Por último, la experiencia de identificación sexual derivada del proceso delatorio sufrido por Daniel reafirmó la identificación sexual colectiva, que hasta este momento se componía primordialmente de procesos privados, de lo que significaban las posiciones disidentes a la heterosexualidad desde la cual propuso su militancia.

A partir del análisis de la historia de vida de Daniel pudimos observar que los procesos de identificación sexual se desarrollaron en un constante diálogo / luchas con tecnologías heterosexuales. Estas experiencias de identificación sexual pendularon entre las que fueron primordialmente represivas y, en oposición, las que posibilitaron el habla. Estas experiencias resultaron tanto privadas como colectivas. En esos intervalos las experiencias de identificación sexual se desarrollaron a partir de las epifanías que significaron los procesos de sedimentación y las rupturas.

Referencias:

Goffman, E. (2006). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Mallamaci, F., & Giménez Béliveau, V. (2013). Historia de vida y métodos biogáficos. En I. Vasilachis de Gialdino, Estrategias de investigación cualitativa, pp. 175-212. Barcelona: Gedisa.

Meccia, E. (15 de 11 de 2006). La cuestión Gay. (D. Flichtentrei, Entrevistador). Recuperado de: www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoID=43636

Meccia, E. (2008). La carrera moral de Tommy. En M. Pecheny, C. Figari, & D. Jones, Todo sexo es político, pp. 21-44. Buenos Aires: Libros del Zorzal.

Pollak, M. (2006). Memoria, Olvido y Silencio. La Plata: Al Margen.

Scott, J. (2004). Los dominados y el arte de la resistencia. México: Ediciones Era.

Stake, R. (2007). Investigación con estuidos de casos. Madrid: Morata.

Stone-Mediatore, S. (1999). Chandra Mohanty y la revalorizacion de la “experiencia”. Hiparquía, 10(1), 85-107. Recuperado de: http://www.hiparquia.fahce.unlp.edu.ar/numeros/volx/chandra-mohanty-y-la-revalorizacion-de-la-experiencia#sdfootnote1sym

Thompson, E. (1981). Miseria de la teoría. Barcelona: Editorial Crítica.

Vasilachis de Gialdino, I. (2013). La investigación cualitativa . En I. Vasilachis de Gialdino, Estrategias de investigación cualitativa, pp. 23-64. Argentina: Gedisa.


1 Construimos desde distintas fuentes el término “no heterosexual” para referir a conductas, expresiones, significados, etc. sexuales y genéricos resistentes o que excedieron la heterosexualidad.

2 Se trata de la puesta en discurso de acontecimientos clave que han marcado la vida del entrevistado. Para los investigadores, es importante profundizar en estos sucesos, que son comprendidos por el sujeto como hechos “bisagra”, en los que es posible determinar un antes y un después (Mallamaci & Giménez Béliveau, 2013).

3 Ref. delación.

4 Discoteca.

5 Voz tomada del francés pivot (con pronunciación llana probablemente influida por el inglés), que significa ‘jugador de baloncesto cuya misión básica consiste en situarse en las cercanías del tablero para recoger rebotes o anotar punto. Cfr. Real academia española (2015). Diccionario panhispánico de dudas. Recuperado de: https://www.rae.es/dpd/p%C3%ADvot

Nota del editor.

6 Forma para referir a la práctica de compra de ropa y/o indumentaria.

7 Forma para referirse a cosas de poca importancia.

8 Policía, carcelero.