Una teoría de la metáfora para la teoría del habitar

Resumen

El presente trabajo busca mostrar que la Teoría del Habitar supone, necesariamente, una Teoría de la Metáfora, y que sólo comprendiendo esta última, se pueden desarrollar los objetivos de la primera. El argumento central aclara que si una teoría quiere ocuparse de describir la relación del “habla” con el “habitar” deberá tener un Teoría de la Metáfora Conceptual. Esto es pertinente para estudios críticos urbanos y estudios dedicados a comprender la relación entre lo social y lo territorial.

Palabras Claves: Metáforas, Habitar, Práctica Social.

Abstract

The present work search to show that the Theory of Inhabiting presupposes, necessarily, a Theory of the Metaphor, and that only by understanding the latter, the objectives of the former can be developed. The central argument clarifies that if a theory wants to deal with describing the relationship of “speech” with “inhabit” it must have a Theory of Conceptual Metaphor. This is pertinent to critical urban studies and studies dedicated to understanding the relationship between the social and the territorial.

Key Words: Metaphors, Inhabiting, Social Practice.

Introducción

El proyecto “Las regulaciones que dan forma a las espacialidades domésticas rurales. Una indagación de las prácticas productivas de subsistencia en las viviendas del territorio definido por los valles del Río Blanco y Colangüil, Iglesia, San Juan” tiene dos metas específicas:

  1. Por un lado, ampliar el campo de conocimiento relativo al territorio y los hábitats específicos de Angualasto, Malimán, Colangüil y Buena Esperanza ubicadas al norte del valle de Iglesia, San Juan, Argentina.
  2. Por otro lado, estudiar las espacialidades construidas en la relación entre lo doméstico y lo productivo de subsistencia de la casa rural, de dichas localidades, enfocándose en el tipo de regulaciones que las conforman y delimitan (Proyecto de Investigación, 2020, p. 1).

Este problema, originariamente arquitectónico, adopta una dimensión necesariamente existencial y cognitiva cuando el núcleo de análisis es la “vivienda rural” entendida como el elemento articulador de lo productivo y de lo doméstico. En la relación productivo-doméstico de lo rural hay un proceso de constitución de identidades colectivas que terminan por expresarse como una sub-cultura, la cual está compuesta por los grupos que habitan las localidades estudiadas.

Este proceso es un fenómeno claro cuando se apela a la categoría de “arraigo”, la cual refiere al conjunto de comprensiones y experiencias de los individuos relacionados con un espacio específico desde nociones que refieren a “lo heredado, lo obtenido y lo reclamado” (Proyecto de Investigación, 2020, p. 8). Por lo que no es suficiente una descripción de las acciones que pueden registrarse en la vivienda rural en general, sino que, si se desea comprenderlas, es necesaria la reconstrucción (al menos) de las ideas principales de aquellas cosmovisiones que las justifican.

Sobre dicho problema, existen dos elementos centrales que van a traer la necesidad de considerar al rol de la metáfora en la Teoría del Habitar en general y, en particular, al rol de la metáfora en la comprensión de las regulaciones de las formas espaciales en la relación productivo-doméstico en lo rural; a saber:

  1. Por una parte, el proyecto toma como marco teórico para orientar sus interrogantes, observaciones y construcción de información a la propia Teoría del Habitar, la cual tiene dos pilares: el “hablar” y el “habitar” (Doberti, 2014, p. 41). Lo que supone una interrogante sobre las formas de hablar y los supuestos existenciales del propio hablar a la hora de definir cómo se experimenta el habitar mismo.
  2. Por otra, el proyecto tiene como uno de sus objetivos particulares el “identificar las principales y recurrentes voces en los discursos respecto de las espacialidades en las viviendas rurales” (Proyecto de Investigación, 2020, p. 11). Lo que supone que, mediante lo relatado, se pueden obtener datos y conceptos relevantes para entender a la vivienda rural.

De forma sintética, el argumento que muestra la necesidad de considerar tanto el rol de las metáforas en la Teoría del Habitar, como en la representación de lo productivo-doméstico en la vivienda rural, comprende que existen metáforas conceptuales que organizan al mundo de sus hablantes. Por lo que, si una teoría quiere ocuparse en describir la relación del “habla” con el “habitar” (Doberti, 2014, p. 50) deberá tener un Teoría de la Metáfora Conceptual, y si una investigación quiere entender las principales ideas de la cosmovisión rural respecto a lo productivo-doméstico deberá aplicar dicha Teoría de la Metáfora Conceptual. La cuestión es la siguiente: todo esto debe demostrarse. Debe demostrarse:

  1. Que existen tales Metáforas Conceptuales.
  2. Que una Teoría del Habitar necesariamente las utiliza.
  3. Que un estudio sobre las regulaciones de las formas espaciales en la relación productivo-doméstico en lo rural debe atender a las metáforas conceptuales para ofrecer una interpretación bien sustentada.

De demostrarse estos tres puntos, quedaría crear o recuperar un sistema de análisis de metáforas conceptuales, congruente con la Teoría del Habitar, para ser aplicado en los registros obtenidos en la investigación. Se propone dar dicha demostración en tres escritos:

  1. El primero, que compete a esta publicación, busca la demostración de la existencia de las Metáforas Conceptuales para señalar su carácter indispensable y coherente con la Teoría del Habitar.
  2. El segundo1 buscará, desde la caracterización de los registros tomados sobre las regulaciones de las formas espaciales en la relación productivo-doméstico, demostrar que esto constituye una sub-cultura o un grupo que tiene su propio conjunto de metáforas que, de no entenderse, no podrá entenderse la forma de relacionarse y experimentar el espacio que habitan.
  3. El tercero, actualmente en desarrollo, y a partir de lo sustentado en los dos trabajos anteriores, pretende ofrecer un modelo de identificación y análisis de las metáforas conceptuales del grupo de estudio con el fin de facilitar la tarea de identificación de las regulaciones espaciales y las relaciones productivas-domésticas.

Claramente se puede aplicar el problema de la metáfora en el proyecto sin necesidad de generar un argumento que muestra la coherencia entre la Teoría del Habitar y una Teoría de la Metáfora, pero si se quiere generar un discurso uniforme, prolífico y con valor evidencial, no se pueden incorporar teorías ad hoc sólo por la conveniencia de estas. Entonces, ¿por qué la preocupación sobre las metáforas siendo que este es un análisis sobre “regulaciones”? Pues bien, los desarrollos cognitivos sobre el rol de las metáforas en la constitución de nuestros conceptos, entendimientos y relaciones espacio-temporales señalan que las metáforas no son sólo un elemento retórico-estético sino que cumplen una importante (sino vital) función estructural y ontológica en nuestra relación y comprensión con el mundo (Danesi, 2006; Ortony, 2012; Bégue, 2013; Jamrozik, McQuire, Cardillo y Chatterjee, 2016; Gibbs, 2017; Felin, Koenderik y Krueger 2017); por lo que, a la hora de entender cómo un grupo de humanos definen y representan lo productivo-doméstico será importante estudiar a las “Metáforas Conceptuales” que se utilizan para estructurar sus experiencias sensibles y para identificar lo que puede o no experimentarse. 

Esta preocupación se refuerza por el hecho de que la mitad de la evidencia sobre las regulaciones que hay entre lo doméstico y lo productivo es biográfica y memorial, únicamente accesible mediante la oralidad, el diálogo y la conversación con los agentes que han vivido o tienen conocimiento de la historia de las especialidades estudiadas. Por lo que, si un porcentaje significativo de la evidencia se presenta desde las voces de los protagonistas, se vuelve necesario estudiar lo que dicen y cómo lo dicen para poder identificar los sentidos culturales de sus palabras, las representaciones del espacio-tiempo y detectar aquello que no se dice por reserva u obviedad.

Una vez identificado el esquema metafórico-conceptual del discurso, hay grandes indicios de que se podrán reconstruir las experiencias senso-motoras que las fundamentan o impulsan. Por ello la preocupación de señalar la relación entre la Teoría del Habitar y una Teoría de la Metáfora, y por ello ofrecer un lineamiento para identificar las metáforas conceptuales del discurso en las prácticas domésticas-productivas de la vivienda rural.

Metáforas Conceptuales

Hasta el siglo XX la metáfora tenía el valor de un “tropo”; es decir, aquellas palabras u oraciones que en vez de señalar al mundo de forma directa lo hacen de forma indirecta, por lo que su función nunca se tomó como parte de los procesos cognitivos de las personas pues no hacen referencia directa al mundo, al menos no como un elemento de primer orden. El lugar de estudio y uso de la metáfora era la Retórica; es decir, el arte de construir discursos para informar o persuadir a la audiencia. Esto fue así porque la forma en que opera la metáfora en el discurso mismo pareciera que sirve para “ilustrar” ideas y no para “conformarlas”. 

Sería ocupar espacio el desarrollar todas las perspectivas sobre la metáfora desde la antigüedad hasta la edad contemporánea. Baste con decir que siempre fue una parte importante en los estudios retóricos y del discurso, en donde se discutió constantemente si era un recurso provechoso o peligroso a la hora de hablar, pues su forma de decir algo por otra cosa, la manera de expresar un elemento A mediante un elemento B, daba a considerar que podía generar una deformación de lo que se decía. De este riesgo eran conscientes:

  1. Pensadores antiguos, como Aristóteles en su “Poética” (1457b, 9-11), Cicerón en su “Del Orador” (Libro III, p. 446), o Quintiliano en sus “Instituciones Oratorias” (Libro V, p. 289).
  2. Pensadores medievales, como Matthieu de Vendôme en su “Arte Versificatoria” (1879, p. 59), Alexander de Villedieu en su “Doctrina Infantil” (1845, p. 507), o Geoffrey de Vinsauf en su “Poesía Nueva” (1967, p. 107).
  3. Pensadores modernos, como Chesneau Dumarsais en su “Tratado sobre los Tropos” (1800, p. 245) o Baltarsar Gracian en su “Agudeza y el Arte del Ingenio” (1993, Vol. II, p. 683).

Lo interesante es que, a partir de la década de 1950, la metáfora empezó a considerarse como un elemento que trasciende la función retórica y se comenzó a pensar su rol en la producción del conocimiento. Se suele tomar como el primer artículo que defiende esta postura la publicación de Black titulada “Metáfora” (1954). Este autor comprende que las metáforas pueden cumplir un rol organizativo o seleccionador de los significados y que este termina evocando una idea o noción, es decir, la metáfora operaría como un filtro de perspectivas para comprender o interpretar una cualidad, condición, característica de un objeto cualquiera que, si se lo extiende a un ámbito de producción de conocimiento, permitiría considerar aspectos de un elemento a partir de un elemento subsidiario.

Si bien se pueden rastrear algunas concepciones sobre el rol cognitivo de las metáforas hasta la Modernidad, p.ej., con Emmanuele Tesauro (citado en Chiuminatto y Cantó, 2003, p. 3) en “El catalejo aristotélico”, que la consideró como la “madre del ingenio humano”, o con Gustav Gerber en “El lenguaje como arte”, para quien todo saber que se apoye en el lenguaje se apoyará necesariamente en metáforas (Nietzsche, 2013, p. 55), o con Friederich Nietzsche en “Fragmentos Póstumos”, quien ve en la percepción humana una metáfora en sí misma (Nietzsche, 2010, p. 228); todas estas concepciones modernas sólo se presentaron como una corriente alternativa a las interpretaciones hegemónicas sobre la metáfora.

A partir del trabajo de Black es que la metáfora será estudiada por la propia ciencia desde otra óptica, en donde se da una prolífica corriente que la estudiará como un elemento de la conceptualización del mundo. Algunos ejemplos de esto son: Davidson (1974), Boyd y Kuhn (1970) y Hoffman (1980). Uno de los estudios más relevantes dentro de esta nueva línea de investigación, es el de George Lakoff y Mark Johnson de 1980, publicado bajo el título de “Metáforas de la Vida Cotidiana” en donde se propone la Teoría de la Metáfora Conceptual y sobre la cual hablaremos a continuación, pues será la base para la propuesta de conciliación entre la Teoría del Habitar y la Teoría de la Metáfora.

Para Lakoff y Johnson (1980) las metáforas están conectadas a las experiencias senso-motoras de las personas y sólo pueden entenderse dichas experiencias considerándolas. El ejemplo que ofrecen es ilustrativo sobre su tesis, la metáfora “más es arriba”, utilizada, p. ej., en “la tasa de criminalidad asciende”, “la inflación está en alza”, “habrá más en el futuro”, etc., tiene una base experimental-cultural sobre la verticalidad que poseen los humanos, p.ej., en la cultura occidental, existe la idea de “feliz es arriba” y “triste es abajo” o “menos feliz es abajo”, pues las posturas corporales que expresan estas emociones se condicen con el arriba o el abajo, pudiéndose representar del siguiente modo:

Esquema Nº 1. Relación entre metáforas y experiencias.

Fuente: Lakoff y Johnson (1980)

Lakoff y Johnson comprenden que las metáforas tienen, en la constitución de nuestros conceptos, al menos cuatro tipos de funciones, a saber:

  1. Estructural: las metáforas se presentan como parte de la sistematización del lenguaje que permiten visualizar u ocultar partes de nuestra experiencia, p. ej., si entendemos la “discusión como una batalla”, esto nos permitirá concentrarnos en los aspectos bélicos de la discusión, como sea la toma de posición o la defensa de ella, pero esto nos impide ver otros aspectos no consistentes con la estructura metafórica de “A es una batalla”, p. ej., se pueden perder de vista los aspectos cooperativos de la conversación.
  2. Orientacional: las metáforas organizan los sistemas de conceptos en relación con otros conceptos u otros sistemas en base a una disposición espacial, que no es algo arbitrario, sino que implica el conjunto de experiencias de la comunidad o cultura de la que uno forma parte. Así, aparecen metáforas que orientan el discurso en base a las experiencias senso-motoras compartidas que ofrecen sentidos de arriba-abajo (p. ej., “ellos son los de arriba”), dentro-fuera (p. ej., “uds. están dentro”), delante-detrás (p. ej., “se han quedado atrás”), profundo-superficial (p. ej., “esto nos toca de forma profunda”), central-periférico (p. ej., “somos del centro”), etc.
  3. Coherencia: las metáforas aportan elementos importantes para mantener la coherencia socio-cultural en un periodo determinado (p. 59), p. ej., en la sociedad occidental contemporánea el “tiempo” es considerado un “bien” y un “bien escaso”, por lo que le da sentido a nociones como “no gastes mi tiempo”, “esto tarda demasiado”, “no podemos perder el tiempo”, etc. que, en otras culturas o grupos culturales pueden no operar.
  4. Ontológica: las metáforas aportan una comprensión de objeto o sustanciación de experiencias que no, necesariamente, serían incluidas como experiencias físicas. Para Lakoff y Johnson esta función de la metáfora es tan directa y autoevidente que muchas veces olvidamos que estamos usando metáforas (p. 67), pues las empleamos para referenciar (p. ej., “trabajos por la paz”), cuantificar (p. ej., “necesitamos mucha paciencia”), identificar aspectos (p. ej., “ese es su lado violento”), identificar causas (p. ej., “las discordias internas les costó el campeonato), y establecer metas y motivaciones (p. ej., “vino en busca de fama y fortuna”).

Si bien cuando Lakoff y Johnson propusieron su Teoría de la Metáfora Conceptual no tenían aún evidencia empírica contundente sobre ella, sino que eran inferencias de una serie de estudios sobre los usos cognitivos, consideraban que:

Debido a nuestra ignorancia en esta materia hemos descrito las metáforas separadamente, y sólo después hemos añadido unas notas especulativas sobre sus posibles fundamentos experienciales. Adoptamos esta práctica no por principio, sino por ignorancia. En realidad creemos que ninguna metáfora se puede entender; ni siquiera representar, adecuadamente independientemente de su fundamento en la experiencia. (Cursivas en el original, pp. 56-57).

Actualmente existe un amplio número de experimentos cognitivos, neurológicos, psicológicos cognitivos y lingüísticos cognitivos que señalan el rol conceptual de las metáforas, por citar algunos de los más relevantes: Ortony (1979); Gentner y Boronat (1991); Gibbs, Bogdanovich, Skykes y Barr (1997); Boroditsky (2000); Nerlich y Clarke (2001); Thibodeau y Durgin (2008); Minervino, Martín y Trench, (2012); Jamrozik, Mcquire, Cardillo y Chatterjee (2016); Thibodeau, Crow, y Flusberg (2017); y Sampiere Cabal (2019). Todos ellos señalan la realidad de los aspectos más generales de la tesis de Lakoff y Johnson, a la vez que trayendo nuevas interrogantes (que no son pertinentes al trabajo presente), p. ej., sobre si el modo en que actúan en los procesos cognitivos supone únicamente la estructura senso-motora o si recupera elementos lógicos-formales.

De cualquier modo, el consenso actual es que las metáforas tienen un rol conceptual en los procesos cognitivos, y que este rol supone estructurar la forma en que entendemos al mundo, dar valor de existencia o de realidad a las cosas que experimentamos, establecer coordenadas para orientarse entre las cosas y las experiencias, y construir grados de generalidad y de organización de lo experimentado (Kövecses, 2010, p. 34). Con base en lo presentado, a continuación, se explicarán las principales bases teóricas de la Teoría del Habitar para, en una tercera sección, mostrar la pertinencia de la Teoría de la Metáfora Conceptual y cómo puede (o se debe) integrar a ésta.

Reconstrucción de las líneas generales de la teoría del habitar

La Teoría del Habitar surge de una preocupación básica que le da su sentido de construcción y sirve de fundamento. Esa preocupación es el olvido, disolución y congelamiento del habitar como motivo principal de la problematización de la realidad que persiguen las disciplinas proyectuales como modo disciplinar de transformar al mundo material, i.e., aquel mundo construido tal como lo conocemos y percibimos en lo cotidiano. En consecuencia, lo que debería ser motivo o razón principal que motoriza al pensamiento proyectual y que se transforma en su fin último, parece que se ha desvanecido.

Las disciplinas proyectuales no pueden independizarse de las prácticas sociales como receptoras de cualquier artificio que las contenga y las habilite u operen como campo reflexivo para encontrar sentido de producción. En estos términos, tanto en la práctica del proyecto como en el diseño, se han sintetizado y condensado las interpretaciones de las prácticas humanas a meros esquemas de relaciones espaciales y dimensionales para simplificar el modo de concebir la ciudad, la arquitectura y los objetos que en ellas depositamos. La versión moderna de cómo un espacio se organiza y toma forma, responde más a la adopción de ciertos formatos que reducen las relaciones funcionales a mínimas expresiones de lo que puede ser un ámbito o lugar habitable.

De esta situación no escapan los modelos adoptados y exportados desde occidente a todo el mundo, al punto de generar distintos tipos de clonaciones, que ya no responden a modos de vida y formas culturales de construcción de los territorios, sino más bien a esquemas repetibles e intercambiables en cualquier contexto cultural y físico (Doberti, 2008, p. 113). No sólo preocupa la adopción de formatos, en donde siquiera se reflexiona sobre sus orígenes, sino que la repetición infinita de los modos y metodologías de enseñanza en las escuelas de arquitectura y diseño latinoamericanas ha generado fuertes paradigmas de cómo proyectar arquitectura sin entrar en el problema del “habitar” como parte del inicio. Doberti denuncia una acción sistemática desde la práctica profesional de la arquitectura y desde la enseñanza misma por los mismos actores, para anular lo que es inmediato y decisivo del proceso creativo, para sistemáticamente considerarlo irrelevante o meramente nominal (2008; 2011b; 2014). 

Pensar en el proceso proyectual implica, entonces, una noción de tiempo que no es lineal: el tiempo y espacio del pensar, crear y formalizar responden a un esquema complejo de asociaciones y traducciones que deben incluir a las prácticas sociales y, por ende, a los habitantes como tema principal de preocupación. La simplificación moderna de este esquema, según Doberti, al hecho de dibujar un proyecto, proyectar una construcción y construir una habitación, deja de lado la posibilidad de incorporar nociones e interpretaciones de lo que se entiende por habitar en un sentido amplio. De alguna manera queda expreso que lo que se dibuja, proyecta y construye incide decididamente en el habitar y, por ello, será necesario tomar el camino de vuelta para lograr una reflexión certera sobre cómo es que lo que se dibuja y se piensa termina condicionando y regulando las prácticas sociales (Doberti, 2014, p. 75).  

La Arquitectura como práctica social, se inscribe generalmente, en el campo de las cosas constructivas, que tienen intención de mostrar lo positivo de los humanos y del mundo. Es así, que naturalmente se ejerce una crítica hacia la práctica de esta disciplina por no cumplir con las metas básicas de la habitabilidad, pero no lo había sido que se ejerza una crítica desde el interior de la Arquitectura hacia la producción de arquitectura. La posición necesaria tiene que ver con concebir que toda arquitectura para ser, debe ser crítica. Esta visión crítica implica la capacidad de entender e interpretar al mundo en términos de indeterminación, es decir de poder construir un silencio, una ambigüedad, un instante para lograr desarmar lo instituido y argumentar las visiones necesarias que permitan transformar la arquitectura en términos de forma y espacio habitable. 

Por lo tanto, si se pretende introducir una mirada crítica desde la arquitectura misma, será necesario repensar el lugar específico de la práctica del proyecto para lograr desarmar los cánones y los impuestos que han sido repetidos durante gran parte del siglo XX y que son herencia del clasicismo imperante a fines del siglo XIX. La Arquitectura se sumió en una larga cadena de producciones y visiones acerca de su pura objetualidad dejando de lado la crítica contextual y un posible humanismo. Para comenzar a desarmar los formatos clásicos, es ineludible reflexionar sobre las prácticas sociales, organizándolas, seleccionándolas, delimitándolas, etc. y establecer así, sus rangos y valores. En pocas palabras: no hay prácticas sociales sin la determinación física y simbólica de las conformaciones que las configuran y recortan (Doberti, 2011).

Este es un campo de interpretación que instala la posibilidad de revisar desde la base y cimiento de la arquitectura su misión fundamental como creadora del hábitat humano. El conjunto de las distintas prácticas sociales, vinculadas con sus correspondientes conformaciones, no funcionan como entidades autónomas o aisladas, por el contrario, forman un sistema, una codificación, i. e., definen la lógica del habitar. Sin una comprensión certera de este sistema del habitar, es poco posible lograr una “arquitectura crítica” desde el interior de la disciplina.

La arquitectura es la práctica social que se ocupa de establecer, pero por establecer se entiende primero idear, prefigurar y representar, las conformaciones que estructuran las prácticas sociales. Pero establecerlas implica rechazar toda idea de alguna objetividad natural en la determinación de su repertorio y sus características. Esto se ejemplifica  especialmente en la utilización sistemática de formatos habitativos a modo de prototipos que la modernidad impuso como respuesta al crecimiento extensivo de las ciudades capitales latinoamericanas a principios del siglo XX, como respuesta rápida y mecánica para los sistemas de viviendas colectivas y las urbanizaciones periféricas.  De modo que proyectar arquitectura exige en cada momento del proceso proyectual hacer cuestión del ordenamiento y la calificación de las prácticas sociales, exige saberse depositario y responsable de las conformaciones que habilitan y transforman sus acciones y, exige reconocer la predisposición del proyectista a modificar, problematizar o aceptar el campo de lo consagrado y preexistente.

La emergencia de proponer una teoría del habitar es contemporánea y es necesaria en los términos de un andamiaje conceptual que acerque al proyectista al problema central de la arquitectura que es el habitar humano en su constante devenir complejo y cambiante. 

El rol de la metáfora en la teoría del habitar

La Teoría del Habitar tiene una doble comprensión cognitiva de la metáfora. Una que es pretendida, pues se utilizan y hasta explicita que se está aplicando un sentido metafórico, y otra que es consecuente de su teoría del Hablar y del Habitar, que se pretende poner en evidencia en esta sección.

La Metáfora sobre el Habitar y sobre la Teoría del Habitar

La primera comprensión de la metáfora refiere a ésta en tanto que un recurso para explicitar una idea, muchas veces con un valor pedagógico, ilustrando aspectos relevantes de la “Teoría del Habitar” en tanto que teoría en sí, p.ej., para explicar cómo las prácticas proyectuales en la arquitectura han anulado las posibilidades de pensar el habitar por definir qué es el habitar en términos abstractos e impersonales, se habla del hielo y de lo fijado: “congelado, fijado, naturalizado; el Habitar desaparece, ya no puede ser construido ni descubierto” (Doberti, 2014, p. 14). 

En esta línea, el tipo de metáfora más utilizada es la que se conoce en la Retórica como pura o compleja (Lázaro, 1971, p. 275; Baristáin, 1985, p. 314). Aquí la estructura de la metáfora es una relación de elementos que se muestran distantes, mayormente la forma es “B en lugar de A”. Así, en vez de decir “la proyección actual en arquitectura es como si congelara al propio habitar” (i. e., B es como A, un símil), se dice “congelado, fijado, naturalizado” (i.e., B en lugar de A, una metáfora pura). Este es el tipo de metáfora que más se presentará en los trabajos dedicados a definir la Teoría del Habitar, como quedará patente en el desarrollo del trabajo en la medida en que se recuperan las metáforas para sostener la interpretación de los autores.

Un uso directo de la metáfora para explicitar una idea se encuentra cuando se describe cómo es la estructura de la teoría misma; es decir, distinguir entre la “Teoría del Habitar” y su objeto de estudio, el “Habitar” en sí. Cuando se explica que toda “Teoría del Habitar” tendrá que ser consciente de que realiza un recorte, que categoriza y sistematiza y, como tal trabaja sobre imaginarios, proyecciones, separaciones, etc. que recuperan a la vez que pierden algo del mundo real trabajado, se dice: “El filo del doblez y la agudeza de la mente que imagina el recuerdo son metáforas equivalentes” (Doberti, 2014, p. 26).

Aquí el mismo uso de metáfora pura, ya que no se dice “se debe tomar conciencia de que el recorte y el acierto sobre nuestras proyecciones del habitar producen orden y disolución”, sino que se habla de “filo”, “agudeza” y “recuerdo”. De igual manera, cuando se quiere señalar y explicitar la meta o el fin de la “Teoría del Habitar” para el pensamiento proyectual arquitectónico, y para el análisis del habitar como condición existencial de lo humano, se dice que:

La Teoría del Habitar debe aspirar a convertirse para el Habitar en lo que la placa translúcida es a la luz: iluminada por aquello que estudia, manifestación y análisis de la luz y, a la vez, manifestación y análisis de la propia placa donde la misma luz señala los nudos de excesiva dureza y los sectores con distintos grados de homogeneidad. (Doberti y Giordiano, 2000, p. 122)

En esta cita se muestra no sólo el uso puro de la metáfora como forma de explicitar o evidenciar el sentido de la teoría, sino que se muestra una convivencia de metáforas sostenidas por un concepto metafórico. Es decir, aparece una metáfora base: “la teoría del habitar es una placa traslúcida”, y luego una serie de metáforas meta (que operan a través de la metáfora base), como sea: “habitar como luz”, “luz como hilo”, “luz/habitar como nudos”, “habitar como manifestación”, etc. que pretenden mostrar la dificultad del objeto de estudio de la propia teoría (i.e., el habitar en sí mismo) y cómo debe posicionarse epistémicamente la teoría para producir conocimiento de dicho objeto. Todo esto se realiza de forma consciente, como medio para dar cuenta qué se pretende con la Teoría del Habitar: “Nos aproximaremos entonces por otra vía, por la vía de la metáfora, camino no muy original, pero tampoco muy caprichoso. Metáfora de la placa translúcida” (Cursivas agregadas, p. 121). 

El mismo uso de metáfora puede encontrarse en Doberti (2011a) cuando se habla de que la Teoría del Habitar “lee esa realidad como las ondas que los vinculan” haciendo una identificación con el trabajo de la Física Cuántica en su estudio de lo contraintuitivo y el trabajo de entender al habitar humano. En este sentido, la metáfora pretende señalar lo que la teoría y la práctica en Arquitectura tradicional no puede interpretar o pensar. Este rol se repite en la siguiente metáfora: “El espacio `es´ pero no dice `qué es´, se constituye paradojalmente en una `objetividad indeterminada´” (Doberti, 2003, p. 13). 

Para cerrar esta parte del análisis, cabe destacar que este uso explícito y buscado de la metáfora, se utiliza para caracterizar al objeto de estudio y no sólo a la teoría como tal; lo que implica una comprensión de la metáfora que atraviesa tanto al marco teórico construido como al objeto de estudio al que se dirige. 

Se pueden encontrar ideas figurativas como la siguiente: “Habitar ahora es una codificación social que ejercemos en todos los momentos y en todos los lugares.

Seamos contundentes: dejamos de habitar cuando morimos” (Giordiano, 2010, p. 3). Esto se repite en Doberti (2014) cuando se dice “[...] algo así ocurre con el Habitar, que se diluye o ignora precisamente cuando más se habla de sus propiedades”. De igual manera se presenta en Doberti (2015a) cuando se desarrolla una extensa metáfora sobre el habitar y la casa: “Si pensamos en una casa, como metáfora de la organización [...]” para pensar el problema de la forma en la proyección. O también, cuando se presenta la metáfora del espacio y del habitar como un elemento que está dado discursivamente: “el espacio en tanto texto del habitar” (Chuk, 2003, p. 140). Finalmente, y quedando de forma más patente, cuando se dice: 

Así Hablar y Habitar nos constituyeron, y nos siguen constituyendo, como humanos, así aparecen con sus fulgores y sus mezquindades la cultura verbal y la cultura material. Como don Cristóbal nos encontramos en un continente habitado pero, oh! maravilla, el continente del Habitar lo habitamos también nosotros, y por si fuera poco, no había nadie que quedara fuera. (Doberti, 2015b, p. 11)

De este modo, parece patente que la metáfora tiene un rol cognitivo recurrente en la Teoría del Habitar: permitir acceder a nuevas formas de entender a la propia proyección del habitar a partir de una nueva forma de conocer el propio habitar. Pero este no es el único rol cognitivo que se le asume a la metáfora.

El hablar y el habitar como metáforas cognitivas

La segunda comprensión de la metáfora que se defiende en este artículo como constituyente de la Teoría del Habitar, parte de una comprensión cognitiva y existencial del humano, en donde la conceptualización y significación de sí mismo, sus experiencias y relaciones, están guiadas por dos sistemas de abstractos: el Habitar y el Hablar (Doberti, 2014, p. 43). A estos sistemas se los denomina “estructura simbólica” a partir de los cuales ocurre “el proceso de capacitación para simbolizar, para construir un mundo simbólico” (p. 45). A partir de ellos, se posibilitan distintas comprensiones y conceptualizaciones que se modelan desde lo histórico, biográfico y contextual. Por ello, los autores comprenden que el Habitar y el Hablar tienen funciones metafóricas cognitivas que se llenan de contenido con las experiencias y prácticas sociales comunitarias. 

Recuperando las categorías de Lakoff y Johnson (1980) y, apoyándonos en la actualización experimental que ofrece Kövecses (2010) sobre dichas categorías, los autores del artículo identifican las siguientes funciones metafóricas cognitivas del Habitar y el Hablar de la Teoría del Habitar.

A. Primero, operan como estructuras:

Sistematizan el pensamiento, el discurso y el comportamiento en relación al concepto del hablar y del habitar: “así, el Hablar y el Habitar imperantes se instalan como los modos `naturales´ -adecuados, universales y estables- para comunicarse y comportarse” (Doberti, 2014, pp. 59-60). Tanto el Hablar como el Habitar tienen un rol cognitivo que permite a los sujetos comprender sus discursos y comportamientos, es decir, se entiende la colección e interacción de prácticas sociales mediante la estructuración que propone constantemente el Habitar y el Hablar.

Por ejemplo, la “ciudad” es el resultado de la codificación que ofrecen el Hablar y el Habitar como metáforas cognitivas, i. e., la ciudad es sobre lo que se habla y sobre lo que se habita, se capta su lógica y su funcionamiento en la medida en cómo se juzga lo que se pueda decir y se pueda hacer, como sea asimilar, identificar y/o experimentar el afuera y el dentro, lo público y lo privado, lo próximo y lo lejano, lo posible y lo imposible, lo nuevo y lo viejo, etc. 

La ciudad se vive en razón de cómo se proyectan cognitivamente sus posibilidades de hablar de ella y las posibilidades de habitar en ella. Una misma ciudad puede ofrecer distintos códigos y conductas dependiendo desde dónde se la representa. Cuando se dice “puede” se alude a que el horizonte de discursos y actos en la ciudad no es cerrado; no se quiere decir que es opcional sino, justamente, lo contrario. Los autores del artículo interpretan que la Teoría del Habitar postula que el Habitar y el Hablar son las estructuras cognitivas que conducen a que siempre exista el horizonte de discursos y actos en las prácticas sociales.

B. Segundo, operan como orientaciones:

Principalmente el Habitar se presenta como un eje cognitivo desde la cual se reconocen los patrones espaciales o desde el cual se guían las direcciones del espacio. La idea del Habitar como sistema de conceptualización en la Teoría del Habitar se centra en que las actuaciones de los sujetos (sea individualmente, sea colectivamente) están posibilitadas desde una comprensión de cómo se estructuran las formas, es decir, cómo se disponen los cuerpos y los objetos (p. ej., pared, silla, fábrica, aula, etc.) para determinar cuáles son los comportamientos posibles, i. e., qué se puede realizar y hacer en (y con) cada cuerpo y objeto (p. ej., sentarse en la silla). 

Lo anterior conduce, necesariamente, a tener una experiencia física del mundo atravesada por la cultura sobre dicho mundo, constituyendo las condiciones del dentro-afuera, arriba-abajo, delante-detrás, profundo-superficial, central-periférico, etc. Probablemente el ejemplo más intuitivo sea el último par orientacional referido: central-periférico, pues la comprensión del habitar la ciudad está fuertemente influida por este modo de significar, es decir, la ciudad tiene un centro, la ciudad tiene una periferia. 

Interprétese que lo que se pretende señalar con esto es lo siguiente: no puede dejarse de pensar a la ciudad (o las experiencias del habitar en cualquier lugar) en estos términos orientacionales porque son constituyentes de la cognición de nuestro mundo y que, dicha estructura simbólica es, en definitiva, metafórica.

C. Tercero, operan como cohesionadores culturales:

Como con su “función orientacional”, en donde el Habitar y el Hablar presentan una condición estructural (siempre se habita, siempre se comunica en la existencia y convivencia humana) y una condición contextual (siempre se habita de alguna manera, siempre se comunica y conviven de alguna manera), también la “función de cohesionador cultural” pretende señalar que el habitar y el hablar operan como elementos que generan sentido en las culturas y comunidades. Ahora bien, este sentido no es en tanto que las define sino, más bien, que cada comunidad o grupo simboliza o manifiesta su habitar y su hablar en términos que se adapten a su biografía, a su contexto material y a las conformaciones que históricamente se han dado. 

Esta idea aparece en Doberti (2008) cuando dice “se trata de reconocer la lógica propia que organiza las dos grandes funciones o destinos de nuestro hacer: el habitar y la comunicación”, pero queda más clara y directa cuando se la define desde la siguiente metáfora: “Hablar y Habitar contexturan la socialidad, en el sentido de funcionar como contexto y también como textura de la vida social, como su marco y su calificación” (Doberti y Giordiano, 2000, p. 134. Cursivas en el original). De esta manera, se señala que la vida social tiene una manera de expresar metáforas sobre el habitar y el hablar que tienen dos condiciones: 

De esta doble condición se genera la coherencia cultural de cada comunidad, en otras palabras, se dan distintas interpretaciones metafóricas sólo entendibles desde las prácticas de habitar y de hablar de cada comunidad. Por ejemplo, las representaciones de propiedad y espacio en el que se habitan tienden a ser diferentes en las comunidades urbanas que en las comunidades rurales, pues la manera en que se habita y, por lo tanto, conviven, se vuelve diferentes.

D. Cuarto, operan como lógicas de lo existente:

Esta es la principal función metafórica cognitiva que se le adscribe al Habitar y al Hablar dentro de la Teoría del Habitar, pues supone una comprensión ontológica de las estas, es decir, el Habitar y el Hablar se lo comprenden como objetos, eventos, sustancias, fenómenos, etc. que sirven de punto de interacción, producción o recepción de las experiencias y prácticas humanas logrando, así, categorizarlas, nombrarlas, agruparlas, cuantificarlas o (simplemente) volverlas inteligibles en la cotidianidad. Ante esto merece recuperar la aclaración de Lakoff y Johnson (1980) sobre este tipo de metáforas: “Las metáforas ontológicas [...] son tan naturales e impregnan tanto nuestro pensamiento que normalmente se consideran descripciones directas y autoevidentes de fenómenos mentales. A la mayoría de nosotros nunca se nos ocurre pensar que son metafóricas” (p. 67).

La utilidad cognitiva de que estas metáforas operen como elementos autoevidentes es explicada por Kövecses (2010), para quien el trabajo de esta operación ontológica se orienta a darle un estatus de presencia (objetual y/o material) para que sea comprensible y transmisible en relación a las experiencias que se las conecta, es decir, lo que hacen es: “[Asignar un] estado básico en términos de objetos, sustancias y similares a muchas de nuestras experiencias. Los tipos de experiencias que más lo requieren son las que no están claramente delineadas, son vagas o abstractas”.

A partir de este estado básico se aplicarían las otras operaciones metafóricas mencionadas, es decir, una vez que se construye cognitivamente una metáfora ontológica sobre cierto elemento se desarrollan las metáforas estructurales (para sistematizarlas y categorizarlas), las metáforas orientacionales (para jerarquizarlas y compararlas) y las metáforas cohesionadoras (para aplicarlas y determinarlas).

En consecuencia, partiendo de este dato, en la Teoría del Habitar se encuentran múltiples referencias del carácter ontológico del “Habitar” que, mayormente, coinciden con el sentido que se señaló en la sección anterior de este trabajo, pues al definir el objeto de estudio no se está haciendo otra cosa que dotar de valor sustancial o de presencialidad fenoménica, a saber:

Como se puede apreciar, no sólo se le da un estatus existencial al “Habitar” a partir de las metáforas ontológicas sino que, en los ejemplos dados, la estructura metafórica no es impura o sencilla sino que es pura o compleja, en donde no se dice “B en lugar de A” sino que se dice “A es B”, i. e., se constituye o fundamento una identidad, reforzando cognitivamente su valor existencial dentro de la comprensión sobre lo que es el Habitar y, en consecuencia, dando un objeto de estudio para la propia Teoría del Habitar.

A partir de esta base metafórica ontológica del Habitar se construyen múltiples metáforas meta, con distintos sentidos y que responden a distintos niveles del discurso de la teoría. Aquí señalamos tres de los más recurrentes identificados por los autores:

  1. Metáforas meta para construir referencias: “mostrar el Habitar como una Estrategia” (Doberti, 2011a, p. 3); “múltiples comportamientos y actuaciones que configuran el Habitar” (Doberti, 2014, p. 101); “los ámbitos con los que se instaura el Habitar” (Doberti, 2000, p. 133); “caminar es caminar hacia el habitar” (Doberti, 2011b, p. 26); “las convenciones que regulan el habitar” (Doberti, 2008, p. 234).
  2. Metáforas meta para ofrecer sentidos de contenido y continente: “[...] la base de la posibilidad de concertar los comportamientos reside en el Habitar” (Doberti, 2011a, p. 4); “la veladura en el Habitar” (Doberti, 2014, p. 136); “en el Habitar la correspondencia entre conformaciones y comportamientos preserva y ostenta requerimientos concretos propios de la espacialidad” (Doberti, 2000, p. 134); “en el interior de un hábitat que posibilita y delimita nuestra concertación de comportamientos” (Doberti, 2011b, p. 44).
  3. Metáforas meta para ofrecer nociones de motivaciones y actividades: “ocupación y preocupación por el Habitar que nos llevó a la construcción de una teoría específica” (Doberti, 2011a, p. 8); “[el habitar] tiene una multiplicidad de objetos, una densidad tal que nos invitaría a callar” (Doberti, 2014, p. 69); “[la percepción del habitar] nos invade, en la aparente familiaridad que no estimula la sospecha sobre su estructuración real” (Doberti, 2000, p. 126); “[las prácticas del habitar y del hablar] se nos aparecen como la realidad misma” (Doberti, 2011b, p. 98); “[el habitar] nos alberga y nos identifica” (Doberti, 2008, p. 240); “[al pensar el espacio del habitar] sus rasgos o propiedades no nos son revelados sino que se pliegan a nuestra capacidad de configuración” (Doberti, 2003, p. 13).

Conclusión

El trabajo investigativo de los autores ha pretendido presentar dos teorías construidas para ocuparse de ámbitos de la realidad distintos: la Teoría de la Metáfora Conceptual para señalar cómo operan los procesos cognitivos en las experiencias humanas en relación con el mundo, con los objetos y con los otros, y la Teoría del Habitar para señalar cómo el habitar y el hablar son constitutivos  del humano y que, una teoría del proyecto y el diseño arquitectónico debe incluir una comprensión cabal de cómo operan está dimensiones existenciales. 

Con base en ambas teorías, los autores vislumbran que la Teoría del Habitar comprende una Teoría de la Metáfora Conceptual a partir de la hipótesis de si una teoría quiere ocuparse en describir la relación del “habla” con el “habitar” (Doberti, 2014, p. 50) deberá tener un Teoría de la Metáfora Conceptual.

Con tal motivo, se ha realizado un rastreo en la bibliografía de la Teoría del Habitar de cómo se comprende y se utiliza la metáfora, identificándose dos niveles de metáfora, el primero reconocido por los propios representantes de la Teoría del Habitar: permitir acceder a nuevas formas de entender a la propia proyección del habitar a partir de una nueva forma de conocer el propio habita; el segundo nivel no es reconocido por los representantes, pero los autores del artículo comprenden que existe suficiente evidencia en el discurso construido y en los trabajos desarrollados para certificarlo, el cual supone al Habitar y el Hablar como estructuras cognitivas-simbólicas que se llenan de contenido experimental a través de la conceptualización de lo biográfico, contextual e histórico de los individuos y las comunidades; dándole una nueva dimensión al valor existencial al Habitar y al Hablar pues obtiene un valor cognitivo insustituible para la significación de las prácticas sociales.

Este segundo nivel requiere desarrollo y aún necesita un esquema de aplicación o de cotejo a partir del cual se puedan analizar los discursos, los comportamientos y las conformaciones para obtener certeza científica, pero es claro a los ojos de los autores del trabajo que los representantes tienen un supuesto conceptual de las metáforas del Habitar y del Hablar como se señaló en las operaciones estructurales, orientacionales, cohesivas y ontológicas.

Queda, para un próximo trabajo, por un lado, obtener un conjunto de discursos, comportamientos y/o conformaciones en donde dirigir este aspecto revelado de la Teoría del Habitar y, por otro lado, diagramar o establecer lineamientos de las metáforas del Habitar y el Hablar de las prácticas sociales para seguir desarrollando la propuesta de pensar el proyectar arquitectónico del habitar.

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1 Sobre el cual ya se presentó un adelanto en el IX Congreso Nacional de Extensión y VIII Jornadas de Extensión del Mercosur (2021) bajo el título “Las Metáforas Cognitivas en las Espacialidades Domésticas Rurales. Los discursos en las comunidades ubicadas en los valles del Río Blanco, Iglesia, San Juan.”