La crisis raigal del ser moderno colonial en el contexto del covid 19

Resumen

La crisis raigal civilizatoria de la modernidad colonial occidental plantea desde la diversidad intra civilizatoria hoy el desafío de construir un nuevo paradigma civilizatorio transcultural universal al servicio de la vida. Una nueva racionalidad del ser, saber y poder para el vivir bien como seres vivos superando la ruptura radical producida entre humanos-naturaleza, humanos-humanos y humanos-tecnologías. Una nueva concepción de la vida y el “desarrollo” como ecosistemas de vida sobre la base de una coproducción colectiva de conocimientos que unidos a las nuevas tecnologías resuelvan los profundos problemas de la herencia de la crisis raigal civilizatoria y los nuevos procesos de control y dominio tecno científicos autodestructivos que día a día ponen en cuestión la vida en el planeta.

Palabras claves: Crisis raigal, modernidad, colonialidad, civilización transcultural, vida.

Abstract

The rooted civilizatory crisis of western colonial modernity poses nowadays, from the intra-civilizatory diversity, the challenge of building a new universal transcultural civilizatory paradigm at the service of life. A new rationality of being, of knowledge, and of power to exist well as living beings overcoming the radical rupture between humans and nature, humans and humans, and humans and technologies. A new conception of life and development as ecosystems for life based on a collective co-production of knowledge that, together with new technologies, can solve the serious problems inherited from the rooted civilizatory crisis and the new self-destructive processes of technological and scientific control and domain that constantly put life on the planet at risk.

Key words: Rooted crisis, modernity, coloniality, transcultural civilization, life.

Introducción

La crisis de horizonte de sentido histórico de la modernidad/colonialidad occidental pone hoy en cuestión todos los ámbitos y dimensiones de la vida. Entre el hedonismo y la soledad y hoy cada vez más el control, vemos cómo el cambio tecno científico redefine la relación humanos-naturaleza, humanos-humanos, humanos-tecnociencia, en sus sentidos del ser, saber y poder. Vemos cómo en la complejidad del cambio, la colonialidad, el capitalismo y el patriarcalismo como patrón de poder global en sus modelos intersubjetivos y lógica del Estado nación, familia burguesa, empresa y racionalidad eurocéntrica (Quijano, 2000) ubican en su continuidad histórica las nuevas situaciones y problemáticas. Cuestiones de racionalidad de un sistema histórico que nos llevan a comprobar que el viejo episteme de la causalidad única de la modernidad/colonialidad ya no nos permite comprender y explicar los presentes cambios, haciendo urgente construir un nuevo paradigma epistémico y teórico de vida y conocimiento inter, multi y transdisiciplinar (Preciado, 2010).

Aquí, ninguna teoría específica por más profunda y rigurosa que sea puede dar cuenta de estas nuevas situaciones y problemáticas de la presente transición histórica. Pues en su complejidad contienen procesos diversos por la desintegración de sus pasadas formas de organización social y el nacimiento de nuevos patrones, procesos y tendencias de estructuración social que no pueden explicarse ya solo desde una teoría y menos con las pasadas categorías. Desde luego esto no significa desechar totalmente las teorías y categorías existentes sino repensarlas e integrarlas a otras nuevas para comprender las nuevas circunstancias y problemáticas desde sus propios actore/as, superando ese universal abstracto que oculta la plurietnicidad y multiplicidad de las identidades presentes (Chaparro, 2018) o las modernidades múltiples o modernidades alternativas existentes (Rueda, 2018).

El covid 19 acelera y transforma las relaciones sociales en todas sus dimensiones y ámbitos de vida en el planeta. Porque como Boaventura de Sousa Santos con razón destaca en su último libro: La cruel pedagogía del virus (2020), el capitalismo y el neoliberalismo financiero nos han llevado en estas tres últimas décadas a una crisis permanente. El virus acelera la crisis estructural del capitalismo como sistema histórico mostrando al capital financiero como una bendición de Dios para los poderosos y una maldición para las mayorías. Dinámica real donde el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo profundizan cada vez más el sufrimiento humano, el hambre, la explotación, la discriminación racial y sexual, la sobreexplotación de la/os trabajadora/es, la muerte de los discapacitados y los ancianos.

La crisis raigal

Crisis raigal que contiene varias crisis en permanente profundización. Como anota Boaventura de Sousa Santos (2020), la sociedad contemporánea percibe los riesgos que corre, va tomando conciencia de que las pandemias matan indiscriminadamente pero no como las guerras, sequías, migraciones, etc. Y, donde el modelo social del capitalismo en su versión neoliberal muestra su inviabilidad de futuro profundizando sus irracionalidades en su radicalización como extrema derecha y derecha hiperneoliberal, profundizando bajo nuevas formas el colonialismo y el patriarcado y contradictoriamente el regreso del Estado y la comunidad.

Crisis raigal donde la teoría de la colonialidad del poder planteada por Aníbal Quijano cobra importancia central porque nos permite explicar y comprender la presente crisis civilizatoria en sus relaciones de dominación, explotación y conflicto; y, sus ámbitos de autoridad colectiva, trabajo, sexo y género, naturaleza y subjetividad (Quijano, 2014). Conocimientos que para Rita Segato en nuestra rica tradición teórica conjuntamente con los aportes de la teología de la liberación, la pedagogía del oprimido y la teoría de la marginalidad son un buen punto de partida para construir los nuevos aportes teóricos en las ciencias sociales de América Latina y el Caribe (Segato, 2017). Saberes que en nuestras sociedades nos permiten des-encubrir no solo la dominación sino sacar a luz la crisis raigal del sistema (Quijano, 2000; Dusell, 2007; Mignolo, 2011) enriqueciéndolas con las nuevas preguntas y teorías integradas bajo una visión múltiple y multidimensional en todas sus individuaciones, sociabilidades, socializaciones, identidades y mundos simbólicos.

La historia nos enseña que el ser humano es uno y diverso desde sus orígenes. Fue la particular construcción del yo occidental desde los griegos y el mundo moderno como “civilitas” que invisibiliza al otro en sus propios espacios calificándolo de bárbaro y luego en el mundo colonial como indígena (Bartra,2011). Un Yo que en sus diversidades se transforma transculturalmente hoy mostrando sus propios límites epistémicos para comprender la realidad del mundo de la vida. Como destaca César Germaná, se hace aquí imprescindible construir una epistemología otra que vaya más allá de simplificación causal, el dualismo entre el sujeto y el objeto que anula la perspectiva intersubjetiva de conocimiento, la supuesta neutralidad valorativa en el análisis social asumiendo un carácter crítico y comprometido con la vida, la verdad, la ética y lo bello (Germaná, 2014).

Las sociedades occidentales viven varias crisis estructurales, entre ellas las crisis de individuación, sociabilidad e imaginarios agudizadas por el efecto devastador del covid 19, que saca a luz la profunda crisis del ser, el saber y el poder de la modernidad/colonialidad como sistema histórico. El profesor Alain Touraine señala por ejemplo:

No existe un movimiento populista, lo que hay es un derrumbe de lo que, en la sociedad industrial, creaba un sentido: el movimiento obrero. Es decir, hoy no hay ni actores sociales, ni políticos, ni mundiales ni nacionales ni de clase. Por eso, lo que ocurre es todo lo contrario de una guerra, con una máquina biológica de un lado y, del otro, personas y grupos sin ideas, sin dirección, sin programa, sin estrategia, sin lenguaje. Es el silencio (Touraine, 2020).

Por su parte Noam Chomsky advertía: “Por primera vez en la historia de la especie humana, hemos desarrollado claramente la capacidad de destruirnos a nosotros mismos. Esto ha sido así desde 1945. Ahora, finalmente, se reconoce que hay procesos a largo plazo como la destrucción ambiental que lleva en la misma dirección” (Chomsky, 2013). Para en plena crisis originada por el covid 19 destacar: “Un día, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump dice: ‘no hay crisis, es como la gripe’. Al día siguiente, dice: ‘es una crisis terrible y lo supe todo el tiempo’. Otro día señala: ‘tenemos que volver al negocio, porque tengo que ganar las elecciones’ (Chomsky, 2020).

Un mundo donde la racionalidad social profundiza su irracionalidad de competencia evolutiva como horizonte de sentido histórico de vida. Situación que lleva día a día no solo al desencantamiento de un mercado de endeudamientos sino al egoísmo autodestructivo cada vez más generalizado profundizando en los individuos y las colectividades contradictoriamente la soledad y el hedonismo en un sonambulismo generalizado en el mundo occidental. Como destaca Edgar Morin al refirirse impacto del Covid 19:

De hecho, el virus está trayendo una nueva crisis planetaria a la crisis planetaria de la humanidad en la era de la globalización. Sin embargo, esta complejidad sigue siendo considerada y tratada en cuestiones y sectores separados en todas partes. Cada estado cierra su nación sobre sí misma; la ONU no propone una gran alianza planetaria de todos los estados. ¿Debemos pagar, en víctimas adicionales, por el sonambulismo generalizado y la falta de espíritu que separa lo que está conectado? Y sin embargo, el virus nos revela lo que estaba oculto en las mentes compartimentadas que se formaron en nuestros sistemas educativos, mentes que eran dominantes entre las elites tecno-económicas-financieras: la complejidad de nuestro mundo humano en la interdependencia e inter solidaridad de la salud, lo económico, lo social y todo lo humano y planetario. Esta interdependencia se manifiesta en innumerables interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes de las sociedades y los individuos. Así pues, la perturbación económica causada por la epidemia fomenta su propagación.

El virus nos dice entonces que esta interdependencia debe dar lugar a la solidaridad humana en la conciencia de nuestro destino común. El virus también nos revela lo que he llamado la “ecología de la acción”: la acción no obedece necesariamente a la intención, puede ser desviada, desviada de su intención e incluso volver como un bumerán para golpear al que la ha desencadenado. Esto es lo que el profesor Eric Caumes de la Pitié-Salpêtrière predice: “Al final, son las reacciones políticas a este virus emergente las que conducirán a una crisis económica mundial... con un beneficio ecológico”. La última paradoja de la complejidad: el mal económico podría generar una mejora ecológica. ¿A qué costo? En cualquier caso, mientras nos hace mucho daño, el coronavirus nos dice verdades esenciales” (Morin, 2020)

Slavoj Zizek desde un discurso opuesto plantea que:

El dilema es barbarie o un comunismo reinventado (…). No soy utópico, no apelo a la solidaridad entre los pueblos. Al contrario, creo que la actual crisis demuestra que la solidaridad y la cooperación responden al instinto de supervivencia de cada uno de nosotros, y que es la única respuesta racional y egoísta que existe. No sólo para el coronavirus (...). Como ha dicho Owen Jones, la crisis del clima mata a más gente que el coronavirus, sin que sintamos pánico por ello. (Zizek, 2020)

Por su parte desde otra mirada principalmente del impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la vida individual Byung Chul Han considera que:

El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte de algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus (Chul Han, 2020).

Otros autores como Bringel (2020) con razón destacan que debemos prestar atención a la dinámica del poder y sus resistencias en sus condicionantes y representaciones geopolíticas del actual caos global, la fragilidad política de los bloques regionales, la centralidad del estado y las iniciativas locales comunitarias y territoriales. Por su parte Bellamy Foster con una visión de análisis de larga duración nos hace ver que hay que encontrar las causas del covid 19 en la matriz del propio sistema capitalista. Al respecto destaca:

El propio capitalismo es el principal vector de enfermedad. Wallace ha explicado que el origen del CONVID-19 y de otros virus recientes ha sido la penetración más intensiva de la agroindustria en los sistemas naturales, lo que ha creado fisuras en los ecosistemas y entre las especies, provocando el surgimiento de pandemias mundiales. En «Notes on a Novel Coronavirus» Wallace sostiene que la solución estructural es la construcción de «un ecosocialismo que mitigue la brecha metabólica entre la ecología y la economía, entre lo urbano, lo rural y lo silvestre. Evitando de esta manera que surjan peores de patógenos de este tipo (Foster, 2020).

Si tomamos estas reflexiones solo como referencia para el análisis de las diferentes crisis estructurales que vive hoy el sistema, notamos que unos llaman a tomar conciencia y evaluar el impacto civilizatorio que trae el capitalismo occidental como sistema histórico (De Sousa Santos, Touraine, Chomsky, Morin, Zizek), mientras otros estudioso/as sin negar la reforma o el cambio de sistema llaman a comprender sus nuevos procesos (Han, Foster) o políticas de integración bajo las formas clásicas de la democracia o una democracia radical y directa a través de instituciones de autogobierno en el cambio global (Kothari, 2020, Bizberg, 2020, Domíngues, 2020).

Crisis raigal que nos muestra la complejidad de su estructuración en el cambio social global conteniendo varias crisis simultáneas en espacios y tiempos de larga, media y corta duración. Crisis objetivas y subjetivas, intersubjetivas y simbólicas que en su composición, naturaleza, extensión, frecuencia y evolución, contienen impactos cada vez más globales, de nuevo tipo, generales, atípicos y de decadencia. Crisis multidimensional que encuentra su origen y desarrollo en la propia génesis del capitalismo como sistema histórico por su relación autodestructiva con la naturaleza, los agrupamientos humanos, tecnologías de producción y gestión.

Como anota Bellamy Foster (2020) al referirse al impacto del covid 19, sus causas y consecuencias están estrechamente vinculadas con las relaciones sociales capitalistas entre naturaleza y sociedad, destacando cómo:

(…) la teoría de la ruptura metabólica de Marx ya veía las relaciones ecológicas en sus complejas relaciones interdependientes de la naturaleza y la sociedad, desde un enfoque sistémico mucho antes que se desarrollara la moderna ecología sobre bases similares. Así mismo, basándose en el trabajo del químico alemán Justus Von Liebig, se centró en la ruptura del metabolismo del suelo. El transporte de alimentos a cientos e incluso miles de kilómetros del campo – a la ciudad – provocó la pérdida de nutrientes esenciales del suelo, como el nitrógeno, el fósforo y el potasio. La investigación de Liebig demostró que los nutrientes no se devolvieron al suelo sino que terminaron contaminando las ciudades. Proceso que se intensificó con la producción y acumulación capitalista generando rupturas en el intercambio de los seres humanos con la naturaleza, que Marx llamó “el metabolismo universal de la naturaleza” (Foster, 2020).

Proceso que se ve afectado también por el impacto del cambio tecnológico permanente del capitalismo que ya Marx señalaba en sus Grundrisse:

Lo que se abarata es la máquina individual y sus partes componentes, pero también se desarrolla un sistema de maquinaria; la herramienta no es simplemente reemplazada por una sola máquina, sino por todo un sistema (...). A pesar del abaratamiento de los elementos individuales, el precio de todo el conjunto agregado aumenta enormemente (Roberts, 2016). 

Crisis sistémica que hoy se generaliza y que en la tensión de su tiempo económico, social, político e ideológico, cuya dinámica estructural Antonio Gramsci define en los siguientes términos:

Si la clase dominante ha perdido el consenso, entonces no es más “dirigente”, sino únicamente dominante, detentadora de la pura fuerza coercitiva, lo que significa que las clases dominantes se han separado de las ideologías tradicionales, no creen más en lo que creían antes. La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos (Gramsci, 2018).

Conocimientos que hoy teóricamente se abstraen para comprenderlos desde esquemas sistémicos bajo nuevos modelos de complejidad cerrados u abiertos. Modelos relacionales que en su selectividad y riesgos supone captar los procesos de supervivencia en su evolución y la capacidad reflexiva de conocerlos y afrontarlos en la casualidad y el azar de sus circunstancias (Villacañas, 2013). Así, por ejemplo para Niklas Luhmann “el concepto de crisis, frecuentemente usado, es también inadecuado, pues sugiere la urgencia de cambios estructurales profundos y esto no se puede justificar únicamente por el déficit obvio de la racionalidad” (Luhmann, 1998).

No es casual que covid 19 exprese hoy intracivilizatoriamente todos estos procesos de cambio en una ruptura en las relaciones entre la naturaleza y la vida humana tanto como producto de las propias racionalidades y prácticas tecnoburocrático-instrumentales de poder como las nuevas formas de organización de vida. Modelo de desarrollo global privatista que muestra no solo su carácter sino los límites para resolver los problemas acuciantes de los millones de seres humanos que exigen una mejor calidad de vida. El efecto devastador de la relación humanos-naturaleza empieza a cobrar con el covid 19 sus consecuencias más críticas.

Un argumento central es que en la medida que la economía mundial sigue creciendo, los procesos económicos humanos comienzan a rivalizar con los ciclos ecológicos del planeta, abriendo como nunca antes la posibilidad de un desastre ecológico planetario. Esto ha empeorado dramáticamente por la producción de desechos y sintéticos (tóxicos). En el fondo está la lógica de la acumulación del capital, porque esta constituye la realidad estructural del capitalismo monopolista. La colisión entre el capitalismo y el medio ambiente no significa otra cosa que una catástrofe en el siglo XXI, a menos que la humanidad cambie repentinamente de rumbo (Foster, 2020).

Una crisis permanente donde la racionalidad instrumental hegemónica y los dogmatismos relativistas y/o nihilistas niegan o esconden las diversas crisis (crisis climática, crisis de soledad, patriarcalismo, nuevas desigualdades y exclusiones, crisis financieras, etc.) para imponer sus nuevos mecanismos de control y dominación, negándose a ver todas las dimensiones de la presente crisis civilizatoria global. Como bien anota con razón Boaventura de Sousa Santos:

Sin embargo, cuando se vuelve permanente, la crisis se convierte en la causa que explica todo lo demás. Por ejemplo, la crisis financiera permanente se utiliza para explicar los recortes en las políticas sociales (salud, educación, bienestar social) o el deterioro de las condiciones salariales. Se impide, así, preguntar por las verdaderas causas de la crisis. El objetivo de la crisis permanente es que esta no se resuelva. Ahora bien ¿cuál es el objetivo de este objetivo? Básicamente, hay dos objetivos: legitimar la escandalosa concentración de riqueza e impedir que se tomen medidas eficaces para evitar la inminente catástrofe ecológica. Así hemos vivido durante los últimos cuarenta años. Por esta razón, la pandemia solo está empeorando una situación de crisis a la que la población mundial ha estado sometida. De ahí su peligrosidad específica. En muchos países, los servicios de salud pública estaban hace diez o veinte años mejor preparados para hacer frente a la pandemia que en la actualidad (De Sousa santos, 2020).

Vemos descarnadamente cómo para el poder hegemónico en su vertiente racista, la vida social es solo una mercancía descartable. Entre el hedonismo y hoy la soledad, los individuos y las colectividades ante el impacto del covid 19 se preguntan: ¿Esto es vida? ¿Tiene sentido vivir así en un mercado que día a día devora la naturaleza, los cuerpos y las emociones? ¿Cómo vivir en un mundo en el que unos pocos se enriquecen mientras millones de seres humanos viven y migran bajo diferentes formas de violencias? ¿Qué futuro le espera a mi familia, hija/os, mi país?

La sociedad occidental incuba una profunda crisis estructural del ser individual y colectivo. Crisis que en estos últimos 40 años por el impacto del modelo neoliberal no solo ha destruido el “estado de bienestar” en la reproducción de sus necesidades básicas (alimentación, salud, vivienda, educación, ocio, etc.), sino en lo más profundo el encuentro del yo y el otro como un nosotros de vida. No es casual que Inglaterra cree el Ministerio de la Soledad para afrontar los costos sociales ante el creciente descontento social existente. Situación que el covid 19 ha profundizado con el número mayor de muertes de las personas de la tercera edad (Pleyers, 2020), que unido a las migraciones muestran la nueva asimetría social global con mayores demandas de democratización en una dinámica urbana cosmopolita capitalista consumista. Pero donde como también destaca Geoffrey Pleyers, los pueblos, clases sociales y grupos étnicos van más allá de los propios movimientos sociales (Pleyers, 2018).

Luchas sociales diversas que irrumpen en el mundo cuestionando el modelo privatista neoliberal como lo constatamos en Francia y Chile por ejemplo. Los “chalecos amarillos” reaccionan ante el impacto de la financiarización buscando desesperadamente dar solución a sus problemas acuciantes: agua, luz, alimentación, etc. Jacqueline Mouraud, una de sus líderes fundacionales dice: “Ya no sé qué se necesita para salir de esta crisis (…). Emmanuel Macron nos habla del fin del mundo, pero nosotros no llegamos a fin de mes”. Otros testimonios destacan: “luchamos para que no se eleve el costo de vida, los impuestos; buscamos una educación y salud pública de calidad” (Rosas, 2018).

Las movilizaciones en Chile incluso en plena pandemia muestran el agotamiento del modelo de política neoliberal por sus profundas consecuencias sociales. La elevación del costo de vida lleva a las “evasiones masivas”, el saqueo de los supermercados, los ataques a las instalaciones públicas, los paros en puertos y cortes de carreteras. En respuesta se da el estado de emergencia y toque de queda a tal punto que en su desesperación el Presidente Piñera en su mensaje del domingo 20 de octubre señalara: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite, incluso cuando significa la pérdida de vidas humanas, con el único propósito de producir el mayor daño posible”. Movilizaciones diversas en el mundo que el Covid 19 paraliza pero seguirán cada vez más organizados, llevando al poder a recurrir a la razón de Estado como único medio de control de poder como se dio en Francia y París, donde se desplegaron más de ٨٩,٠٠٠ y 8,000 gendarmes (Garita, 2018).

Una crisis de horizonte de sentido histórico

El covid 19 radicaliza la crisis estructural de horizonte de sentido de la modernidad/colonialidad en todas sus dimensiones y aspectos de la vida. Centraliza el biopoder pero también gesta nuevas formas de organización de un nuevo poder al servicio de la vida. Una etapa de transición de la crisis civilizatoria global y de la crisis del mundo occidental en el que desestructuran todas viejas relaciones sociales, nacen y desarrollan nuevos procesos de estructuración bajo diferentes modelos sociopolíticos, redefinen el rol de los Estados naciones hegemónicos/contrahegemónicos; y, así mismo, el nuevo papel crucial de los modelos de desarrollo de la información y comunicación, con impactos diferenciados en la vida social, los cuerpos y los sentidos del ser, saber y poder en el mundo.

Una etapa de reproducción social que en su conjunto integran actore/as sociales bajo nuevos procesos de acumulación y realización del capital financiero corporativo por un lado; y, el nuevo capital cognitivo privado/estatal global. Estructuraciones y destructuraciones sociales que con el covid 19 se aceleran en una crisis de “colapsología” del sistema histórico moderno/colonial occidental. Como anota Bruno Latour:

La crisis sanitaria está insertada (...) en una mutación ecológica irreversible. Si bien tenemos muchas posibilidades de superar la primera, no tenemos ninguna de sobrepasar la segunda… La primera lección del coronavirus es la más increíble, y es que es posible en unas pocas semanas suspender en todo el mundo y simultáneamente un sistema económico que nos decían que era imposible ralentizar o redirigir… Por lo tanto, estima que “sería una pena no utilizar la crisis sanitaria para descubrir otros medios de entrar en la mutación ecológica de otra manera que no sea a ciegas (Latour, 2020).

Vemos como aquí, los sistemas se auto reproducen hasta transformarse en otros sistemas. Unos grupos de poder se resisten a cambiar profundizando sus propias racionalidades mientras otros agrupamientos dan origen u desarrollan nuevas formas de organización de poder. Igualmente a nivel social vemos surgir nuevas individuaciones, sociabilidades, socializaciones e identidades, imaginarios y mundos simbólicos en red de redes. Actore/as diverso/as que ante la privatización general de la vida social reivindican lo público y comunitario planteando un nuevo papel del estado ante la escandalosa concentración y centralización de la riqueza unida a la corrupción del sistema y las nuevas expectativas individuales y colectiva de consumo e integración geo economía política, social y cultural de los pueblos del mundo.

El poder hegemónico y contra hegemónicos se enfrenta en una nueva guerra fría. Estados Unidos acelera su crisis polarizando su conflicto con China y Rusia buscando bajo el imaginario de estado nación y financiarización global integrar a todas las fuerzas posibles. Crisis de su hegemonía en el poder global en una transición a cada vez más hacia un mundo multipolar. El COVID 19 saca a luz la situación de Estados Unidos mostrando su carácter como sistema en una profunda desigualdad social y racial con altas tasas de mortalidad de las comunidades afro y latina americanas en sus territorios. Por otra parte, no estamos solo ante una crisis de horizonte de sentido histórico del capitalismo occidental sino también ante la desestructuración y nueva estructuración de los grupos étnicos, culturales, etarios, políticos, religiosos, sexuales, de género, nacionales, transnacionales, etc. Actore/as diverso/as que redefinien los sentidos del ser individual y colectivos inter e intra generacionales en sus identidades y culturas en globalización.

Una nueva dinámica transcultural donde lo inter, multicultural y transcultural se generaliza en procesos diversos de integraciones, resistencias, aculturamientos, sincretismos y nuevos procesos étnico raciales y socioculturales. Espacios de territorios donde confluyen y coexisten actora/es que asumen nuevos fundamentalismos, relativas autonomías interdependientes o nuevas dependencias globales que hoy el Covid 19 ha paralizado pero se retomarán llenando sus vacíos existenciales cada vez más como una relación con el afuera (Badiou, 2018).

Vemos cómo se afirman críticas a la “concepción del desarrollo” lineal evolutivo con su teoría sustantiva de “orden y progreso” occidental. Concepción civilizatoria que entra en una crisis terminal; pues, como bien destacaba el maestro González Casanova: “con el colonialismo y el darwinismo mitologizado (que) le asignaron al hombre blanco, en especial al anglosajón la condición de una especie superior cuyo destino y “carga” es dominar al mundo” (González, 2004). Imaginario civilizatorio hegemonista y racista que destruye todo diálogo inter y transcultural democrático; concepción del poder que con el covid 19 busca volver imponer el viejo discurso del Estado Nación homogeneizador con su imaginario nacionalista. Discurso opuesto al imaginario nacionalista que busca un encuentro con el otro integrando los imaginarios nacionales en resistencias lingüísticas (Cuestas, 2018) o anhelando un mundo social nacional global que comparta su palabra con el otro interculturalmente (Márquez, 2018).

El COVID 19 remece las estructuras y los procesos de individuación y sociabilidad en sus mundos cotidianos. La feroz competencia individualista que despersonaliza ser o mata los propios anhelos individuales y colectivos de vida en sus propios cuerpos y emociones empieza a ponerse en cuestión. Los jóvenes sienten que su vida ya no les pertenece sino que en la intensidad del trabajo y/o sobrevivencia cotidiana son partes de una economía que no les da vida. Se sienten parte de un mecanismo que no les da felicidad sino los agota en su hedonismo y soledad. De ahí que reaccionen bajo diferentes formas entre un placer momentáneo o la droga como desfogue bajo un nuevo anarquismo o una actitud reflexiva de vida para salir de esta “jaula de hierro”.

Las personas se van dando cuenta de que el individualismo ciudadano patriarcal impuesto por la secularización de lo divino, la modernidad del mercado y la política, incluso en su versión más liberal, ya no le da sentido a su vida. Pues como discurso son solo promesas que no resuelven sus problemas de vida. Procesos de individuación que para cuya comprensión las ideas vitales de Nietzche quedan cortas, pues ya no solo Dios ha muerto, sino el sentido de vida por el control y manipulación del biopoder que en la distracción le hace creer que es libre pero en su adicción al consumo es atrapado por la voracidad de la financiarización, la neurociencia y la comunicación simbólica de dominación mental.

Dinámica inter e intracivilizatoria global donde los individuos no occidentales desean vivir como los occidentales, pero sin lograr muchas veces integrarse a la cultura occidental dominante porque saben en la nuevas formas de sociabilidad y racismos “el que vive por lo mismo perecerá por lo mismo” (Baudrillard, 1991). Crisis personales e interpersonales como generacionales que se viven adentro y afuera del propio sistema en nuevas individuaciones entre lo real y virtual. Como destaca Marcelo Arnold: “La generalización de los vínculos marcadamente instrumentales que caracterizan a las organizaciones en marcha de la mano con la evolución social. Sus diversas estructuras emergen cuando se ajustan los medios para la búsqueda o cumplimiento de fines; de tal modo, sus cálculos racionales han desplazado y entrado en conflicto con las relaciones sociales, aparentemente desinteresadas, basadas en valores o por la tradición” (Arnold, 2014)

Una contradicción del yo y el otro en sí misma que el sistema ya no puede resolver en un nuevo encantamiento del mundo. Como bien destaca Byung-Chul Han, el poder hegemónico en su dinámica de control generaliza la individuación en egos que se autoexplotan en una competencia que desarma crecientemente el yo. Una sociedad del rendimiento donde la socialización y sociabilidad va más allá de la sociedad disciplinaria de Foucault manipulando las emociones y fragmentando lo colectivo. Un yo individual donde el ser no se siente ya dueño de sí mismo sino verdugo, víctima y sujeto de obediencia del sistema. Un biopoder donde la neurociencia, la psicocomunicación , la sociología, la ciencia política, cultura y el marketing crean una hiperatención que agota su vida entre el hedonismo y/o el misticismo explotándose en una individuación que se naturaliza bajo la idea de un individuo individualizado “libre” (Han, 2017).

Crisis del ser en sus mundos del trabajo, géneros, cuerpos y emociones, conduciendo a las mayorías al desclasamiento individual y colectivo. Todo en un mundo cada vez más violento como muestra la experiencia chilena (Pavez y Kraushaar, 2011) o un mundo como pensaba Sloterdijk, donde las relaciones abrazadoras de abrigo de la tradición, participación y comunión caen cotidianamente en la manipulación técnica condenados a “ser-en”, un mundo social cada vez más tóxico donde los intereses individualistas se cierran en el círculo de la desconfianza de su propia racionalidad (Sloterdijk, 2003).

Una sociedad al decir de Lipovetsky de la decepción de no-ser-del-todo, en una insatisfacción permanente que entre el sobrevivir o el vivir y saber venderse o inventarse en su gran mayoría viven un profundo vacío en situaciones crecientes de depresión, suicidios, adicciones y momentos paradójicos de “felicidad” histerizadas por el hiperconsumo (Lipovetsky, 2008). Campos diversos donde sin duda al decir de Bourdieu, los más desposeídos pierden la lucha simbólica por ser reconocidos o ser aceptados como parte de la humanidad (Bourdieu, 2006)

Por otra parte, como anota Bauman, la propia racionalidad del poder no permite otra opción cultural alternativa. Pues, su objetivo es no satisfacer socialmente las necesidades, deseos y apetitos del conjunto de los pueblos y clases sociales no dominantes sino convertir y reconvertirlos en consumidores, clientes, productos, es decir, elevar el estatus de los consumidores al de bienes de cambio vendibles (Bauman, 2007). Una vida líquida de individualización y sociabilidad no lineal en sistemas complejos abiertos que imponen sus reglas entre la incertidumbre, el riesgo y la innovación (Beck, 2002)

Una vida en la que la racionalidad instrumental lleva no solo a una pérdida de todo sentido ético del ser sino por su egoísmo conduce permanentemente al cansancio, la separación, el aislamiento y la división de los seres humanos. Concepción civilizatoria de la modernidad/colonialidad que se generaliza creando una movilidad individual e institucional en una competencia destructiva entre sí en alianzas de intereses cambiantes y contradictorios en procesos de repatriarcalización, racialización y patrimonialismo del ser en el cambio global (Martins, 2018).

Patrón de poder que por su propia reproducción crea y renueva sus mecanismos subjetivos e intersubjetvos de control económico, social, político y cultural ya no principalmente desde la coerción sino desde una política inteligente que agrada la subjetividad individual y colectiva como un todo (Han, 2014). El covid 19 hace un alto a este proceso acentuando el control por parte del Estado nación. Pero como también destaca Chul Han se hace cada vez más evidente un control simbólico de la vida y las mentalidades que sistémicamente penetra en el cuerpo, la subjetividad y las emociones naturalizándolos como “clientes” y no como personas” y coexistiendo paradójicamente con otras formas socioculturales y simbólicas individuales y colectivas que anhelan construir un nuevo horizonte de sentido histórico de una civilización de vida.

La construcción de nuevos horizontes de sentidos de vida

Vemos hoy surgir nuevos imaginarios civilizatorios sobre la base de la revolución de la información y comunicación. Imaginarios que buscan hoy no solo cumplir con las promesas e ideales de la modernidad: libertad, igualdad, fraternidad y felicidad sino integrar la revolución científico tecnológica a las diferentes formas de individuación, sociabilidad y socialización de la vida. Un proceso en el que lo/as nuevos actores/as buscan nuevas racionalidades de la vida social como bien destaca Byung-Chul Han al referirse al impacto de la nueva revolución 5G, el Big Data, que a la vez que libera las individuaciones y las sociabilidades profundiza el control del neuropoder suprimiendo la libertad, creando nuevas desigualdades y exclusiones sociales en una creciente privatización del conocimiento e interviniendo cada vez más en el control de la psique y el conocimiento a nivel prereflexivo individual y colectivo (Han, 2014)

El ser colonial sufre aquí también profundos cambios en sus especificidades que el covid 19 redefine en nuevos términos. En la glocalización del cambio fluctúa entre una individuación y sociabilidad de imitación y/o creatividad bajo la lógica hegemónica mediática y otras formas de resistencia y/o cambio socio político y cultural. Pero sus procesos de estructuración del yo van más allá de la simple dependencia acorde con sus movilidades sociales e institucionales diferenciadas entre lo formal, informal e ilegal de sus economías, culturas, clases, naciones y dinámicas transnacionales (Duran, 2007). El caso de las nuevas clases medias y/o populares en nuestros países es saltante porque se integran diferenciadamente y entran en conflicto con la propia financiarización hegemónica.

La CEPAL al referirse por ejemplo al impacto del Covid 19 destaca con razón que:

“La pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) ha puesto de relieve, de forma inédita, la importancia de los cuidados para la sostenibilidad de la vida y la poca visibilidad que tiene este sector en las economías de la región, en las que se sigue considerando una externalidad y no un componente fundamental para el desarrollo. La crisis sanitara en curso pone en evidencia la injusta organización social de los cuidados en América Latina y el Caribe. Urge pensar las respuestas a las necesidades de cuidados desde un enfoque de género, ya que, como ha demostrado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en reiteradas ocasiones, son las mujeres quienes, de forma remunerada o no remunerada, realizan la mayor cantidad de tareas de cuidados” (CEPAL, 2020).

En este escenario de pandemia América Latina y el Caribe aceleran la nueva asimetría estructural de diferenciación social en sus sociedades. Como destaca Pablo Vommaro refiriéndose al impacto multidimensional del Covid 19 en los jóvenes de nuestra región agudiza y profundiza las desigualdades inter e intrageneracionales; el reconocimiento de las situaciones juveniles en sus diferencias y diversidades, el obstáculo o limitación a reconocer éstas diversidades o barreras por la clausura del espacio público, el emprendimiento social comunitario o territorial, la movilización o protesta social, el profundo impacto laboral en sus empleos, la precarización del empleo, la diferenciación educativa por su conectividad, los jóvenes de los sectores populares, las violencias de género y las relaciones intergeneracionales planteando una mirada interseccional en sus generaciones, género, territorios, situación socio económica, trabajo, migración, cultura, educación y una mirada que garantice los derechos y expresión de los sujetos (Vommaro, 2020)

Situación que plantea el desafío de redefinir o construir nuevos conceptos para comprender y explicar las complejas situaciones que se avecinan. Nuevas categorías para una economía de vida, derechos de la naturaleza, derechos básicos sanitarios, alimenticios, vivienda, educación, ocio, etc.). Como anota De Muck por ejemplo:

“La crisis actual exige un nuevo concepto: soberanía sanitaria. En el campo de la salud, sería la contrapartida directa de la “ soberanía alimentaria” exigida por los movimientos de justicia global de los agricultores. De hecho, es absurdo que los europeos importen máscaras protectoras de China o dependan en gran medida de las drogas producidas en los Estados Unidos. El estado debe esforzarse por localizar la producción de equipos básicos de salud pública. El mercado mundial desregulado difunde las capacidades de producción de acuerdo con la ley de especialización, que está sujeta a una ventaja comparativa. Es por eso que ninguna comunidad puede confiar en el libre comercio para su supervivencia (De Munk, 2020)

Por tanto, gestar en la presente transición civilizatoria global la conciencia que la profunda crisis raigal del sistema conduce al planeta y la vida humana a la autodestrucción. Como escribe Enrique Dussel:

“Se trata entonces de interpretar la presente epidemia como si fuera un bumerán que la Modernidad lanzó contra la Naturaleza (ya que es el efecto no intencional de mutaciones de gérmenes patógenos que la misma ciencia médica e industrial farmacológica ha originado), y que regresa contra ella en la forma de un virus de los laboratorios o de la tecnología terapéutica. La interpretación intentada indica que el hecho mundial, nunca experimentado antes y de manera tan globalizada que estamos viviendo, es algo más que la generalización política del estado de excepción (como lo propone G. Agamben), la necesaria superación del capitalismo (en la posición de S. Zizek), la exigencia de mostrar el fracaso del neoliberalismo (del “Estado mínimo”, que deja en manos del mercado y el capital privado la salud del pueblo), o de tantas otras muy interesantes propuestas. Creemos que estamos viviendo por primera vez en la historia del cosmos, de la Humanidad, los signos del agotamiento de la Modernidad como última etapa del Antropoceno, y que permite vislumbrar una nueva Edad de Mundo, la Transmodernidad (de la que hemos expuesto algunos aspectos en otros artículos y libros). En esta, la Humanidad deberá aprender, a partir de los errores de la Modernidad, a entrar en una Nueva Edad del Mundo donde, partiendo de la experiencia de la necro-cultura de los últimos cinco siglos, debamos ante todo afirmar la Vida por sobre el capital, por sobre el colonialismo, por sobre el patriarcalismo y por sobre muchas otras limitaciones que destruyen las condiciones universales de la reproducción de esa Vida en la Tierra. Esto debiera ser logrado pacientemente en el largo plazo del Siglo XXI que solo estamos comenzando. En el silencio de nuestro retiro exigido por los gobiernos para no contagiarnos de ese signo apocalíptico… Tomemos un tiempo en pensar sobre el destino de la Humanidad en el futuro” (Dussel, 2020).

Desarrollar una nueva concepción civilizatoria universal de vida que afirme nuevas formas de vivir, producir, consumir y convivir en lo económico, social, político y cultural naturalizando la vida social y humanizando la naturaleza con todos los saberes de la vida como bien señala Boaventura de Sousa Santos:

“La nueva articulación presupone un giro epistemológico, cultural e ideológico que respalde las soluciones políticas, económicas y sociales que garanticen la continuidad de una vida humana digna en el planeta. Este cambio tiene múltiples implicaciones. La primera es crear un nuevo sentido común, la idea simple y evidente de que, especialmente en los últimos cuarenta años, hemos vivido en cuarentena, en la cuarentena política, cultural e ideológica de un capitalismo encerrado en sí mismo, así como en la cuarentena de la discriminación racial y sexual sin las que el capitalismo no puede sobrevivir. La cuarentena causada por la pandemia es, después de todo, una cuarentena dentro de otra. Superaremos la cuarentena del capitalismo cuando seamos capaces de imaginar el planeta como nuestro hogar común y a la naturaleza como nuestra madre original a quien le debemos amor y respeto. No nos pertenece. Le pertenecemos a ella. Cuando superemos esa cuarentena, seremos más libres ante las cuarentenas provocadas por las pandemia” (De Sousa Santos, 2020).

Lo que visibiliza hoy el covid 19 es la profunda crisis del sistema mundo moderno colonial. Crisis raigal de larga, mediana y corta duración que con el impacto del modelo neoliberal estalla globalmente porque pone en riesgo la vida en el planeta y la vida de los humanos en todos los planos. Desencanto que lleva a construir nuevos horizontes de sentido históricos de vida vinculando naturaleza-humanidad, humanos-humanos, humanos-tecnociencia en organizaciones inteligentes de vida y no en paraísos pasajeros del consumo (Lipovestsky, 2007).

En síntesis, construir una nueva concepción civilizatoria que afirme en la práctica de la vida de los derechos de la naturaleza y los derechos humanos en colectividades democráticas cada vez más interdependientes donde los mercados y la política, las ciencias y la tecnología, sirvan no para el control y dominio de unos contra otros sino para afirmar la convivialidad de la vida en un buen y bien vivir. Una transmodernidad y transculturalidad universal de vida que al cumplir con los ideales de igualdad, libertad, solidaridad y felicidad une lo que modernidad/colonialidad imperial occidental separó: lo verdadero con lo bueno y lo bello.

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