Pautas filosóficas y epistemológicas de un posible currículo educativo para vivir en sociedades democráticamente complejas

Philosophical and epistemological guidelines of a possible educational curriculum to live in democratically complex societies

Resumen

El presente texto pretende aportar una serie de reflexiones filosóficas y epistemológicas que deberían ser tenidas en cuenta a la hora de proceder al diseño de propuestas curriculares educativas para vivir en sociedades complejas y para gestionar las modernas democracias que, debido a su complejidad, necesitan de la inserción en el aula de un pensamiento complejo. Pensamiento complejo que debe estar en la base de las modernas propuestas curriculares. Una acción ciudadana pertinente necesita de una estructura de pensamiento adecuada a la complejidad de los actuales contextos socio-políticos.

Palabras clave: Dialógica, complejidad, ciudadano, democracia, currículo, filosofía, verdad, fundamentalismo.

Abstract

The present article intends to contribute a series of philosophical and epistemological reflections to be taken into account when designing educational curricular proposals to live in complex societies and manage modern democracies which, due to their complexity, require the inclusion of complex thinking in the classroom. Such complex thinking should appear in the basis of modern curricular proposals. Relevant civic action needs a thinking structure that is adequate for the complexity of the current socio-political contexts.

Key words:Dialogic, complexity, citizen, democracy, curriculum, philosophy, truth, fundamentalism.

Introducción

El presente texto guarda una estrecha relación con el anterior artículo que se publicó en esta misma revista1, en ese sentido se complementa con él. El título del artículo se debe a que no busca proponer una técnica o una metodología para construir un currículo educativo, a lo que se aspira es a proponer una filosofía que sirva de base a una propuesta de currículo en el sentido de que, como ocurre siempre, detrás de cada acto o determinación que tomamos los humanos en cualquier ámbito, y en educación no es diferente el caso, existe una filosofía, unos presupuestos de partida, la mayoría de las veces no definidos, incluso inconscientes, como inspirados en una atmósfera cultural2 y que siguen dominando en nuestra cabeza sin que nos demos cuenta de ello. Las técnicas educativas vienen después de la filosofía de la que se parte. Repitamos, voy a hablar de una posible filosofía y de epistemología para vivir en sociedades complejas.

Creo no equivocarme mucho si afirmo que gran parte del pensamiento sobre el que se hace una filosofía de la educación hoy (y por la tanto de esa filosofía se trata de implementar una práctica) se asienta en la creencia metafísica en la existencia de una verdad objetiva3, en un concepto “sólido” de la realidad, en un concepto claro y evidente de lo que llamamos “identidad”. Dicho de otro modo, instalados en la creencia en un orden objetivo y evidente no vemos que lo que se transforma en “objetividad” es una visión, una interpretación de la realidad que se impone como tal. Precisamente se impone como tal gracias a discursos pedagógicos que en base a una determinada ideología son inyectados en la escuela, como elemento base de educación, y luego pasan por los institutos, la universidad, etc.

Esta metafísica de la verdad y de la objetividad que se impone vía educación crea un problema constante, y cada vez más preocupante visto el nivel de agresividad fundamentalista en el que está instalado el planeta. Se trata del problema de la violencia y de la incapacidad que tenemos para poder vivir en sociedades complejas y de poder gestionar de modo apropiado la democracia. Al igual que en otros textos he escrito que capitalismo y democracia son filosóficamente incompatibles porque allí donde las decisiones políticas se toman desde ámbitos económicos no puede haber democracia, del mismo modo podemos afirmar que creencias en verdades objetivas y evidentes y democracia también son filosóficamente incompatibles. El gran enemigo de la democracia es el fundamentalismo, del tipo que sea. El fundamentalismo es enemigo de la diversidad y sin diversidad y acuerdos en la diversidad la democracia es imposible.

En la nota 11 a pie de la página 142 del artículo citado que escribí para esta misma revista decía, textualmente:

(…) la palabra “verdad” es muy peligrosa si no somos capaces de relacionarla con la palabra “interpretación”. Es una palabra muy peligrosa si la entendemos como “reflejo objetivo”, si la asociamos con la metáfora del espejo. Desde luego en el ámbito socio / cultural / político la verdad “objetiva” es resultado muchísimas veces de la imposición de muchos discursos que construyen la “verdad”4. (Roger Ciurana, 2018)

Gran parte del texto que vamos a desarrollar es reflexión sobre este asunto y su aplicación como idea básica para un posible currículo educativo que vaya en la línea de la gestión de la diversidad y de la democracia. Un posible currículo educativo que no fomente violencia, incluso de modo inconsciente, porque la mayoría de los prejuicios con los que nos desempeñamos en nuestras relaciones sociales son educados y funcionan de modo inconsciente, no los pensamos ni revisamos.

Solamente el tomar conciencia de nuestra implicación interpretativa en relación con lo que entendemos por “realidad” debería bastarnos para ser más sensatos, abiertos y dialogantes a la hora de vivir en compañía; esto es, vivir de un modo cívico. Dicho de otro modo: vivir políticamente, en democracia. La democracia es democracia porque se basa en la elección de posibilidades, en el ensayo y el error y en una buena disposición intelectual y epistemológica por parte del ciudadano. Es obvio que estamos muy alejados de ello en nuestras actuales sociedades complejas. No se educa para ello.

Si nos fijamos en la palabra “elección” es interesante el hecho de que elegir es elegir entre posibilidades y si queremos hacer una buena elección es importante el conocimiento del contexto al que se refiere esa elección y el conocimiento de nosotros mismos como electores. Ocurre como en la palabra “riesgo”. Allí donde existe el riesgo existe la incertidumbre. Uno elige a partir de posibilidades de las que no está totalmente seguro porque la realidad que uno ve está relacionada con las variables a las que le da más importancia. Eligiendo otras variables diferentes construimos otra realidad. Por ello mismo una cosa debe quedar clara: a quienes quieren estar en el poder les interesa que todo el mundo vea desde las mismas variables, desde la misma perspectiva. Les interesa también que esa perspectiva sea vista como verdad irrefutable, por su “objetividad”.

Es comprensible, por lo tanto, que las llamadas “filosofías de la sospecha” (Marx, Nietzsche y Freud), filósofos como Heidegger, Adorno o más cercanos a nosotros Foucault, Rorty, Vattimo5, hayan insistido en la oposición a la metafísica de la verdad y a que la política tome como base una metafísica de la verdad. Una de las aportaciones más importantes de la moderna hermenéutica en la línea de Heidegger, Gadamer, Vattimo6 y que debe mucho a la propuesta filosófica de Nietzsche está en la idea nietzscheana, que contrasta con la metafísica positivista, de que no existen hechos, existen interpretaciones. Nietzsche (2010) lo había escrito de un modo que me parece claro al referirse al ámbito de la moral y poner en práctica un giro copernicano tan revolucionario (para el ámbito de la moral y de la política) como el que Kant planteó en el nivel del conocimiento. Dice así Nietzsche (2010):

(…) “es conocida mi exigencia al filósofo de que se sitúe más allá del bien y del mal, -de que tenga debajo de sí la ilusión del juicio moral. Esta exigencia se deriva de una intuición que yo he sido el primero en formular: la de que no existen hechos morales. El juicio moral tiene en común con el juicio religioso esto, el creer en realidades que no lo son, la moral es únicamente una interpretación de ciertos fenómenos, dicho de una manera más precisa, una interpretación equivocada”. (p. 77)

¿Por qué Nietzsche habla de interpretación “equivocada”? Porque estamos en el terreno de la perspectiva, somos nosotros los que damos una interpretación a una acción y la convertimos en hecho moral y desde esa perspectiva emitimos el juicio, pero no es un juicio objetivo. En ese sentido la moral es una “mentira” (porque nunca podemos estar seguros de la verdad) que inventamos para producir fijaciones para la convivencia. Pero es claro también que “fijaciones” las hay de muchos tipos y que podemos crear muchos tipos de vínculos. Podemos educar con fijaciones para obedecer o fijaciones para generar libertad. Podemos educar para la libertad o para la obediencia. Creo importante también que tengamos en cuenta que la vinculación que se establece entre verdad y poder es contingente, como bien han destacado, siguiendo a Nietzsche (2010), Foucault (2002; 2015)7 y Vattimo (2013). Efectivamente, no existiría la posibilidad de democracia si existiese un vínculo “natural” entre verdad y poder8. Por el contrario, solo podemos defender la democracia defendiendo la posibilidad de interpretaciones. Solo hay libertad allí donde hay posibilidad de elegir, como bien se encargó de recordar en muchos textos, en el ámbito latinoamericano, Octavio Paz.

En el fondo es importante que tomemos conciencia clara de que en la época en que vivimos, una época en la que la llamada “posverdad” coloniza prácticamente todo el espectro político y, por lo tanto, social, la batalla principal se juega en el terreno de las ideas, por lo tanto, en el terreno de la educación. La educación es la que puede proporcionarnos ayuda intelectual para construirnos como sujetos libres y empoderados o para ratificarnos como sujetos sujetados a normas y verdades que aparecen como evidentes y no cuestionables. De ahí la importancia de la tecnología que se use: para sujetar sujetos o para posibilitar la construcción libre de subjetividad; para socializar sujetos en un mismo esquema normalizador o para facilitar la realización del sujeto en la diversidad.

Una idea para una posible propuesta curricular que nos facilite vivir en sociedades complejas, y por vivir entendemos vivir en libertad en compañía, esto es, en el respeto de la diversidad y la autonomía, es introducir una actitud epistemológica dialógica en la que la posibilidad (y la voluntad) de lograr acuerdos comunes parta de la conciencia de que el otro puede ser a la vez contrario y complementario en muchos aspectos y por lo tanto, ante lo que no concuerda con nuestro prejuicio, se trata de repensarnos y de tomar conciencia de la posibilidad del error (del otro y de uno mismo). Dicho de otro modo, se trata de generar la posibilidad de acuerdos comunes en el ámbito de la intrascendencia, en la ausencia de fundamentos.

Allí donde no existen fundamentos evidentes la verdad está en la con-versación, en la posibilidad de dialogar de modo dialógico, en la complejidad epistemológica de establecer algo en común en medio de concurrencias, complementariedades y antagonismos9.

Lo que se está queriendo decir es que allí donde no existen verdades evidentes lo que es revolucionario es generar ideas, aproximaciones, interpretaciones que abran posibilidades y para ello necesitamos un cambio en nuestra estructura de pensamiento. Un cambio en nuestro modo de pensar que nos permita innovar: posibilitar otras maneras de configurar y de abordar problemas, por lo tanto, otras formas de actuar y de comportarnos. En otro texto el autor del presente artículo y Cecilia Regalado hemos dejado escrito que:

(…) por innovación entendemos la capacidad de ofrecer otros medios de configurar y de abordar las cuestiones que definen nuestras actitudes y nuestros comportamientos. La innovación es la capacidad de liberar otras posibilidades de comprensión y acción más ajustadas, más pertinentes en relación con el o los contextos. Innovación como habilidad de incorporar otras perspectivas en un mundo en el que emerge constantemente la incertidumbre y hace necesario un sujeto-estratega educado en la capacidad de auto-eco-re-organización permanente. (Roger Ciurana & Regalado Lobo, 2016, pp. 18-19)

Lo dicho nos lleva a que tengamos presente otra idea para un posible curriculum para la libertad y la no violencia: somos seres históricos, en movimiento, en procesos de cambio. Nuestros contextos sociales no permanecen en una constante repetición de lo mismo, emergen elementos imprevistos que pueden dar al traste con creencias y verdades establecidas. Admitir nuestra historicidad puede llevarnos a comprender que vivir en sociedades complejas y democráticas, con todas sus dificultades, supone que tengamos en cuenta una actitud epistemológicamente dialógica y la idea de que aquello que llamamos “verdad” solo puede ser posible a través de la con-versación y el acuerdo en la ausencia de fundamentos y evidencias. Esto se confronta con el vínculo entre verdad / autoridad / poder que constantemente se trata de mantener de modo antidemocrático en las sociedades de la posverdad. El vínculo verdad / autoridad / poder no solo es contingente y no necesario, sino que epistemológicamente es insostenible. No es un vínculo epistemológicamente objetivo porque existe y existirá siempre la incertidumbre desde el momento en que somos seres epistémicamente limitados. El llamado en las ciencias de la complejidad “efecto mariposa” es válido también (y de modo más evidente) en el mundo sociopolítico. (Roger Ciurana & Regalado Lobo, 2016, pp. 49-59)

Un elemento fundamental que creo necesario destacar a la hora de posibilitar un currículo para vivir en sociedades complejas es el siguiente: cuando hablamos de complejidad no se trata de situarnos en el plano metafísico, se trata de una forma de pensar y de una hermenéutica, de la posibilidad de generar otro tipo de interpretaciones que vayan más allá del relato clásico positivista en torno al conocimiento y más allá del relato metafísico de la verdad y del ser como algo dado objetivamente para siempre.

Se trata de dar respuestas pertinentes (lo más adecuadas que podamos) a los problemas que emergen en el devenir social. Lo importante es gestionar del modo más adecuado posible las relaciones humanas, la política, la comunicación intercultural, los problemas de inclusión, inmigración, los choques entre ideologías que pretenden excluirse unas a otras, los problemas identitarios, etc. Fenómenos que emergen como problemas y retos cada vez más acuciantes en las actuales sociedades complejas. Emergencias producidas por la complejización social a nivel local y a nivel planetario. Ambos niveles retroactúan y se entrecruzan. Por ejemplo, es en las grandes ciudades donde mejor se reflejan los efectos de la llamada “globalización”. Las ciudades se enfrentan con problemas globales que hay que saber gestionar a nivel local, corregir a nivel local desarreglos creados a nivel global. Es en las ciudades donde hay que aprender a romper muchos estereotipos mentales, muchos prejuicios, sobre el extranjero, el extraño, el otro. Ese otro que es una persona ante nosotros y nos parece caótico. En síntesis, la ciudad puede ser el mejor laboratorio de vida en común, un laboratorio práctico de convivencia. No olvidemos tampoco que cada ciudad tiene su contexto, sus particularidades.

Como hemos sugerido más arriba se trata de introducir una epistemología que enseñe, para poner en práctica, un principio dialógico en un sentido complejo de la palabra: gestionar confrontaciones, concurrencias, antagonismos, acuerdos, desacuerdos, prejuicios que hay que traer a conciencia.

Las ciudades son un laboratorio de vida democrática, de cultura democrática, aunque el primer laboratorio de vida y cultura democrática (a parte de la familia) es la institución educativa, la escuela. Estos laboratorios pueden hacer emerger un individuo complejo, ese individuo que debe saber transitar en la experiencia del caos, que debe saber gestionar el caos: la ausencia de significados evidentes y predictibles que nos genera el otro, como hemos escrito hace un momento, ese otro que puede ser lejano o cercano. Ese otro difícilmente reductible a nuestro canon de normalidad (en realidad son los cánones de normalidad los que crean mucho malestar mental; nos molesta que el otro no se reduzca a nuestras expectativas). Ahora bien, en situaciones complejas qué es lo “normal”. ¿Desde qué punto referencial absoluto podemos establecer un canon de normalidad? Dicho de otro modo, quizás nos convenga más buscar acuerdos con la otredad diversa por medio de la argumentación abierta e incierta, que imponer “lo normal”. Esa es una buena forma de cuidar del otro como una forma de otro yo. Buscar complementariedades en la diversidad. De hecho, si la epistemología puede tener un papel liberador está precisamente en la posibilidad de efectuar cambios interpretativos y abrir caminos, perspectivas. Nos liberamos cuando entre todos construimos algo a lo que llamamos “verdad” no porque se nos impone sino porque lo decidimos democráticamente. Nos encarcelamos cuando nos reducimos a una verdad fundamental y evidente. El problema es que no sabemos cuál es o que sería esa verdad fundamental y evidente, quizás sea mejor así. Dicho de otro modo, en la ausencia de evidencias absolutas nos conviene a todos generar perspectivas y buscar dialogarlas con la conciencia de nuestros prejuicios. Se trata de tratar de conocer al otro conociéndonos también a nosotros mismos. De otro modo no es posible la crítica.

Lo importante, creo, para una posible propuesta curricular para vivir en sociedades complejas es que se trata de saber gestionar, de cómo gestionamos el mundo empírico, las relaciones humanas, cómo nos incluimos mejor en una experiencia democrática de vida en común partiendo de la diversidad que somos y que cada vez se amplía más.

Observamos y sentimos que cada vez emerge más diversidad, más pluralidad irreductible a visiones unidimensionales y a pensamientos de laboratorio donde se controlan todas las variables que intervienen en un proceso. No hay duda de que si nos fuese dado conocer todos (digo todos) los inputs / variables que intervienen en un proceso podríamos predecir los posibles comportamientos futuros. Sabemos que algo así es imposible. No existe un conocimiento de ese tipo: la sociedad aparece como un sistema complejo con sensibilidad a las condiciones iniciales10. Siempre, como observadores y actores vamos a experimentar la experiencia del desbordamiento y la necesidad de efectuar elecciones y selecciones. En ese sentido el problema básico es, no tanto, la complejidad del mundo cuanto nuestra capacidad subjetiva de complejizar el pensamiento y la observación. Nuestra capacidad de seleccionar perspectivas lo más pertinentes en relación con los problemas y su contexto. No hay posibilidad de reducir complejidad fenoménica si no somos capaces de aumentar complejidad mental. Quien debe ser “complejo” es el sujeto / observador / conceptuador. Es el sujeto quien debe ser capaz de establecer relaciones allí donde los pensares y aproximaciones reduccionistas y unidimensionales lo fragmentan todo y, en su reduccionismo simplificador, destruyen la capacidad de hacer emerger nuevas posibilidades de gestión. En síntesis, el problema de la complejidad es fundamentalmente un problema de estructura de pensamiento, no se trata tanto de una cuestión metafísica. Se trata de un problema del sujeto en relación con el mundo.

En realidad, creo que lo que necesitamos es hacer emerger una forma de pensar, e implementarlo en propuestas curriculares, para vivir en un mundo en el que lo caótico y lo desordenado es algo que debemos tratar y resolver y no ocultar. En eso consiste, como hemos dicho antes, el papel liberador de la epistemología: salir de un modelo de pensamiento heredado que refleja un inconsciente epistemológico claro como es la búsqueda de verdades absolutas, indubitables. Nos referimos al relato metafísico heredado que nos habla de la existencia de la verdad y que si no la conocemos es por nuestra ignorancia. No se trata de si somos ignorantes o no lo somos. Me explico: más que de ignorancia se trata de la actitud y habilidad del sujeto para que por medio de la apertura dialógica hacia el otro y por medio del interés por el otro sea capaz de construir conocimiento pertinente y capaz de llevar a todos a una mejor convivencia. Ignorantes y limitados epistémicamente nunca vamos a dejar de serlo en un sentido absoluto, pero si podemos generar posibilidades, estrategias de pensamiento que posibiliten una mejor convivencia y un mejor conocimiento de nosotros mismos y de los demás en relación con la diversidad que somos.

Filosofía y democracia: para vivir en un espacio en el que no existen fundamentos evidentes

Señalo ahora ideas que creo necesarias para aquellos que deseen hacer propuestas curriculares para vivir en sociedades complejas, esto es, en democracias complejas. Para vivir, en síntesis, la complejidad democrática.

Cuando definimos al ser humano como “animal político”, “animal cívico” (zoón politikón) conviene no olvidar que esa forma de ser es posible porque somos animales parlantes. El ser humano, dice Aristóteles, es el animal que habla. Ello quiere decir que el ser humano es capaz de razonar y de expresar lo que piensa (somos “logos”, razón y lenguaje: diálogo), capaz de compartir la palabra en una comunidad cívica y eso es lo que nos diferencia de los animales: hablar y argumentar nuestras perspectivas de sentido. Erasmo de Rotterdam y Tomás Moro nos enseñan en sus obras algo muy importante: sin diálogo no hay libertad, solo imposición. En el principio, traduce11 Erasmo de Rotterdam el texto bíblico, es el sermo (diálogo), no el verbo12 (imposición de la palabra / verdad). En el principio está la posibilidad de dialogar y no la palabra verdadera, absoluta, evidente. Erasmo de Rotterdam (y la convulsa historia de su tiempo lo atestigua) sabe que solo por medio de la palabra dialogada se puede apagar el fuego del fanatismo. Al menos vale la pena intentar construir algo entre todos en lugar de destruir todo en beneficio de “la verdad”. En todo caso, retomando la primera parte de nuestro texto, aún constatamos en nuestro tiempo que nuestro inconsciente epistemológico sigue siendo “bíblico”: en el principio es el verbo, la verdad.

Desgraciadamente aquel que cree que está en posesión de la verdad trata de imponerla incluso por medio de la violencia. Creo con Erasmo que en el principio está la posibilidad del diálogo. Si nos fijamos en una época, la nuestra, en la que impera el pensamiento “único”, en este caso neoliberal, podemos darnos cuenta de que pensamientos únicos hay y ha habido muchos. Toda ortodoxia sea social, política, moral, religiosa, filosófica, aspira a ser pensamiento único, aspira a imponerse porque es la verdad lo que trata de imponer y trata de imponerla porque es verdad única y evidente. Sería interesante y muy práctico que en una posible propuesta curricular para vivir en sociedades complejas y generar posibilidades democráticas, se introdujese una epistemología que hiciese de la articulación de perspectivas y la dialógica un freno a todo tipo de pensamiento único. Un freno a todo tipo de teología (religiosa, económica, moral, filosófica…).

Para ser un “animal cívico” se requiere educación. En ese sentido es válido preguntarse ¿qué educación es más fundamental, más necesaria y más productiva / útil que la que nos enseña a ser ciudadanos? Usamos las palabras “productiva” y “útil” de forma muy deliberada porque es necesario resaltar que las llamadas “humanidades” son saberes también muy prácticos y pueden producir mucho capital social que no se mide con parámetros cuantitativos ni fórmulas económicas pero puede redundar en mejoras materiales constatables, por ejemplo, otras formas, vía educación, de relacionarnos con la naturaleza, de producir, de relacionarnos con la tecnología, con el consumo…, que dan lugar a otros modos de estar en el mundo, de vivir. Tampoco es lo mismo una sociedad de gente educada políticamente que una sociedad de siervos, de gente obediente a las consignas del poder y manipulada por la des-información y el miedo.

La esencia de la ciudad (polis) se basa en los valores cívicos que la hacen vivir. Por lo tanto, se basa en un saber ciudadano, un saber que es teórico / práctico. Filosofía y democracia, no olvidemos, surgen juntas. Se trata de la capacidad de instituirse la sociedad por medio de ciudadanos autónomos, capaces de construir identidades complejas. Ciudadanos que piensan y deciden por sí mismos y no a partir de identidades y verdades construidas e impuestas. Ciudadanos a los que no les dan la vida hecha, de lo contrario, como decía Ortega y Gasset (1930) quedamos reducidos a ser masa. El ciudadano no es del orden de la masa, el ciudadano es un sujeto (Touraine & Khosrokhavar (2002)13 capaz de confrontarse con el poder y proponer nuevos sentidos, capaz de decir no.

Ser ciudadano es saberse, sentirse, quererse en un proceso abierto y no en un destino inmutable, fatalmente inmutable. En ese sentido no podemos perder la conciencia de que muchas “verdades” y “evidencias” que se imponen desde los diferentes frentes de poder son “verdades” y “evidencias” porque se imponen y no porque realmente lo sean.

Un ciudadano es una persona educable y educada para la libertad en un mundo plural, multidimensional, en el que no existen verdades evidentes ni absolutas. Un mundo en el que estamos condenados a elegir entre valores a veces incompatibles, aunque por separado esos valores sean por si mismos buenos: libertad / igualdad / seguridad / justicia perfecta / compasión perfecta / perdón / conocimiento / felicidad… Todos ellos valores fundamentales que el hombre busca por sí mismos (Berlin, 2000). Pero cuando son incompatibles es necesario elegir y toda elección tiene su dimensión trágica, su dimensión de pérdida. Pero es mejor saberse falible e imperfecto que dar paso a la ingeniería de almas que nos garantizan los fundamentalistas infalibles, los predicadores de la muerte tal como los denomina Nietzsche que nunca van a faltar: todos aquellos que nos quieren imponer valores y capturar nuestra mente, más allá de los valores cívicos.

La democracia es incompatible con la mentira, una mentira que ya se ha convertido en casi congénita en los poderes llamados “democráticos”. En ese sentido vivimos hoy tremendos déficits democráticos basados en la reducción de la democracia a un fenómeno puramente cuantitativo (el voto), olvidándonos de lo cualitativo. Como fenómeno cuantitativo todo se reduce al voto y al recuento de votos. Todo se reduce a considerar al ciudadano como un votante contado con el que después no se cuenta.

No hay que olvidar que el voto, el derecho al voto (sufragio universal), es una adquisición histórica. Pero tampoco olvidemos que fue por una mayoría numérica y con la ley electoral en la mano como Hitler llegó al poder. Por lo tanto, más importante incluso que la cantidad es la cualidad. Porque en un sentido cualitativo se trata de la búsqueda y desarrollo de una democracia basada en la sabiduría ciudadana en la que es necesaria la dimensión creativa del sujeto. En ese sentido hay muchos elementos de sabiduría cívica que se pueden aprender: se puede aprender a convivir en la diversidad; se puede aprender a comprender; se puede aprender a respetar lo diverso; se puede aprender a dialogar; se puede aprender a construir en común. Y todo ello son formas de convivencia y de valores cívicos que deben ser generales, independientes de creencias religiosas, imposiciones de grupos culturales, etc. En síntesis, se puede aprender a vivir en el desacuerdo y el conflicto, que son efectos de la diversidad. En las actuales sociedades complejas siempre va a existir el conflicto y el desacuerdo. De lo que se trata es de que sepamos encauzarlo, buscar complementariedades en la diversidad. Es posible si nuestra cabeza está estructurada, educada, de un modo en el que lo pluridimensional y lo complejo prevalezcan sobre lo lineal y lo unidimensional.

¿Para qué sirve votar si esa acción no está basada en el juicio, la comprensión y el conocimiento? Necesitamos entonces de una democracia cognitiva, de una sociedad informada y no engañada y manipulable, necesitamos aprender a organizar la información sin la cual es dificilísimo efectuar acciones políticas y cívicas pertinentes. Necesitamos, como sociedad, construir un proyecto común. Todo ello para que no se confunda la “opinión pública” (que es la publicada, pero que a nadie le ha sido preguntado qué opina) con la opinión del público, de la gente. Necesitamos de un conocimiento para definir lo que queremos frente a la imposición de un “menú”.

Es tan enorme el déficit democrático y ciudadano que es difícil encontrar una relación clara entre lo que la gente vota y las decisiones de los gobiernos electos, que nada tienen que ver con aquello que la gente ha votado (otra cosa es que la gente lo haya hecho por convicción, conocimiento, instinto, desprecio, automatismo…) Se está entonces produciendo hoy una ruptura que desemboca en un tremendo daño colectivo en una ciudadanía que vive dominada por el miedo, la resignación, la indiferencia, la apatía, el enojo, la indignación (que hay que encauzar para que no acabe por perderse o desembocando en violencia gratuita).

Hay que nombrar las cosas: estamos en manos de los llamados mercados. Pongamos nombres y adjetivos: vivimos un capitalismo salvaje y desregulado, especulativo. Un capitalismo voraz consentido por la política, por nosotros. Un capitalismo elitista que reduce a los seres humanos a meros proletarios / consumidores sin rostro ni identidad (Onfray, 2008)14. Un capitalismo voraz y depredador consentido por una política que renuncia a la creatividad y la subjetividad, que renuncia a la imaginación de nuevos futuros, que renuncia a la democracia. En ese sentido la gente necesitamos enunciarnos de otro modo, cambiar de gramática: que la política regrese al lugar del que se le ha expulsado, que regrese al centro de la polis; que la política sea humana y coloque a la economía en su lugar que es el de estar al servicio del bienestar de la gente, que se regule y entre en razón tanto desvarío y tanto interés oculto (que hay que desvelar). Un posible currículo para vivir en sociedades complejas debe poner el acento en el cambio de interpretación de nosotros mismos, en el cambio de posicionamiento de nosotros mismos en relación con el mundo. Toda interpretación redunda en la práctica. Nos tratamos del mismo modo como nos interpretamos. Convivimos reproduciendo paradigmas mentales codificados en nuestras cabezas por medio de la educación.

No se trata de la política al servicio del dinero. Se trata del dinero al servicio de la gente. No es una utopía, como se puede llegar a pensar, es una cuestión política y cívica. Es una cuestión educativa: la institución educativa no debe adoctrinar pero si debe enseñar a ser ciudadanos, debe favorecer el aprendizaje de la ciudadanía Como dice José Saramago (2010): “educar efectivamente en los valores cívicos. No se trata sólo de instruir, sino de educar. Y desde dentro, repercutir en la sociedad” (p.51). Una institución educativa que no enseña una educación para la convivencia es un fiasco educativo. Es, en síntesis, la negación del proyecto de la filosofía desde sus orígenes.

Una democracia no es posible sin el papel activo de los movimientos sociales. Movimientos sociales plurales, pero también en convergencia con propósitos también comunes acordados. Movimientos sociales que propongan nuevas realidades, así como contra-realidades, frente a las realidades impuestas y construidas. Contra-realidades que dicen no, que niegan la realidad tal y como se impone. Tal y como la impone el poder, que tiene poder porque impone una idea, visión, ficción de la realidad y pasa por ser la realidad evidente. En síntesis, el poder del poder es el poder del discurso que crea e impone. Es el poder de las ficciones que se imponen como evidencias, como verdad.

Por todo ello cabe decir que es necesario preparar la salida ciudadana del marco neoliberal (un marco, el neoliberal que no es solo económico, es un marco antropológico general, reduce nuestra interpretación de lo humano a pura relación de intereses egoístas) para entrar en un marco político democrático multidimensional: cambiar valores, recuperar valores perdidos o secuestrados, enunciar proyectos colectivos y vigilar por su cumplimiento. Es necesario ser vigilante / exigente y dejar de ser vigilado / gobernado / manipulado. Problema este a dos niveles local y global. La democracia no es solo asunto de cercanías, es también proyecto, y necesidad, planetario.

Construir nuevas realidades nos lleva a salir del idealismo económico y del determinismo fatalista que nos dice que solo existe una única realidad y es la que vivimos a partir del modelo ideológico impuesto. Idealismo político también que no tiene sentido de la complejidad del mundo, de las relaciones humanas, de la incertidumbre y de los azares, de la ecología de la acción. Idealismo político que no comprende que no se puede hacer prospectiva ignorando las alas de las mariposas15. Idealismo que reduce la realidad a un ser determinista, predictible. Por ello este idealismo necesita de la fuerza y del miedo para poder hacer real lo que quiere imponer. Fuerza y miedo inyectados vía educación. Se trata de un idealismo de la violencia que filosóficamente se puede combatir desmontando la metafísica sobre la que se asienta. Frente a este idealismo metafísico perverso, basado en un falso despotismo ilustrado montado encima de la ignorancia ciudadana, cabe enfrentar una ciudadanía culta, propositiva de finalidades y proyectos colectivos que aúnen enunciados y se organicen con la meta de adquirir la mayor calidad de vida en común preservando al mismo tiempo las parcelas de individualidad que cada cual edifica según sus sentidos personales.

Una ciudadanía educada, desarrollada culturalmente puede ser la mejor forma de empoderarse contra el miedo y la resignación que paraliza y nos convierte en siervos a pesar de que, como dice La Boétie (2007), nuestra condición humana no es la de ser siervos sino la de ser libres. Una ciudadanía culta y educada es aquella que no consiente su propio mal. Porque consentimos nuestro propio mal por costumbre, educación y miedo, nos dice el autor del Discurso de la servidumbre voluntaria. Fijémonos bien: costumbre, educación y miedo. Es decir, formas de ver el mundo generadas por las fijaciones educativas que impone una determinada moral, una determinada metafísica de la verdad. Pero podemos educar para la libertad y no para la reproducción de una determinada ficción moral, económica, política, identitaria…

Sin desarrollo de las humanidades no puede existir una democracia de calidad, solo habrá democracia de votos. Se trata entonces de educar para la libertad en el espacio de una democracia abierta y dialógica, esto es, compleja. Se trata de confrontarnos culturalmente frente a una democracia secuestrada por poderes que van de lo económico a lo religioso, los nacionalismos, los populismos, etc. Se trata de no confundir religión y moral. Y si es cierto que el poder de la educación es casi ilimitado, porque se puede educar hasta la forma de sentir, no hay nada que impida educar en el sentimiento de lo unidiverso, de la individualidad en compañía y de la humanidad compartida. Porque la democracia es una forma de vivir y de sentir, pero no es una cosa dada y acabada desde siempre y para siempre. La democracia es una conquista que necesita del diario mantenimiento para que ni se petrifique ni se convierta en el mayor obstáculo para la libertad gracias a la ignorancia involuntaria, y también muchas veces voluntaria, de los ciudadanos.

No encontramos mejor forma de resumir la idea fundamental que hemos tratado de desarrollar que regresando a Grecia porque, aunque parezca intempestivo decirlo hoy, en tiempos de pleno asedio contra las humanidades, necesitamos volvernos antiguos:

Por tanto, también es posible responder a la cuestión que algunos investigan y proponen: algunos, en efecto, se preguntan si el legislador, que quiere establecer las leyes más rectas, ha de seguir mandando a la conveniencia de los mejores, o a la de la mayoría, cuando sucede lo dicho. Lo recto hay que entenderlo en términos de igualdad; y lo recto en términos de igualdad se refiere a lo conveniente para toda la ciudad y para el común de los ciudadanos. Ciudadano, en general, es el que puede mandar y dejarse mandar, y es en cada régimen distinto; pero el mejor de todos es el que puede y decide dejarse mandar y mandar en orden a la vida acorde a la virtud”. (Aristóteles, 2001, p.144)

Pero nuestra argumentación no puede ser, claro está, la de aquellos que creen que tales cosas constituyen la educación, sino la de los que piensan en la educación para la virtud desde la infancia, que hace al niño deseoso y apasionado de convertirse en un perfecto ciudadano, con saber suficiente para gobernar y ser gobernado en justicia […] mantengamos en nuestra declaración que los rectamente educados vienen a ser en general hombres buenos, y que no se debe en modo alguno despreciar la educación, siendo ella el primero de los más hermosos bienes que se dan a los mejores varones; y si alguna vez se extravía y cabe enderezarla de nuevo, esto es lo que ha de hacer cada uno con todas sus fuerzas durante toda su vida […]… y antes ya admitimos que son los buenos los que pueden gobernarse a sí mismos y malos los que no pueden”. (Platón, 2014, pp. 137, 138)16

Si nos fijamos en los textos citados tanto de Aristóteles como de Platón podemos deducir, sin forzar lo que escriben, que ya en aquel momento se está pidiendo la elaboración de currículos educativos con la finalidad de que emerjan buenos ciudadanos que sepan gestionar su libertad y capaces de vivir en común. La educación, dice Platón, es el más hermoso de nuestros bienes. La educación puede crear Cíclopes17 u hombres excelentes.

Acabamos citando a Berlin (2000) cuando escribe algo que creemos que no necesita comentario alguno, se trata de que pensemos lo que escribe: “gran parte de la infelicidad y la miseria de los hombres se debe a la aplicación mecánica, inconsciente y también deliberada de modelos allí donde estos no funcionan” (p.69).

Referencias bibliográficas

Aristóteles (2001). Política. Madrid: Alianza Editorial.

Berlin, I. (2000). El poder de las ideas. Madrid: Espasa Calpe.

Byung-Chul Han (2017). Psicopolítica. Barcelona: Herder.

Chomsky, N. (2017). Requiem por el sueño americano. Los diez principios de la concentración de la riqueza y el poder. Madrid: Sexto Piso.

Foucault, M. (2015). Tecnologías del yo. Barcelona: Paidós.

Foucault, M. (2002). Defender la sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.

La Boètie, E. de la (2007). Discurso de la servidumbre voluntaria o Contra el uno. Madrid: Tecnos.

Morin, E. (1977). La Méthode 1. La nature de la nature. Paris: Seuil.

Morin, E. (1991). La Méthode 4. Les Idées. Leur hábitat, leur vie, leurs moeurs, leur organization. Paris: Seuil.

Moro, T. (2009). Carta a un monje. Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca.

Nietzsche, F. (2010). Crepúsculo de los ídolos. Madrid: Alianza Editorial.

Onfray, M. (2008). La comunidad filosófica. Barcelona: Gedisa.

Ortega y Gasset, J. (1930). La Rebelión de las masas. Madrid: Revista de Occidente.

Platón, (2014). Las Leyes. Madrid: Alianza Editorial.

Roger Ciurana, E. & Regalado Lobo, C. (2016). Pensamiento Complejo y Educación. Aclaraciones y Confrontaciones. México: fronterAbierta.

Saramago, J. (2010). Democracia y universidad. Madrid: UCM. Editorial Complutense.

Touraine, A. & Khosrokhavar (2002). A la búsqueda del sujeto. Barcelona: Paidós.

Vattimo, G. (2013). De la realidad. Fines de la filosofía. Barcelona: Herder.


1 “Convivir en la diversidad: estrategias para la convivencia, la inclusión y la ciudadanía”. Controversias y Concurrencias Latinoamericanas Vol. 10, N. 17, octubre 2018 – marzo 2019. ALAS – Asociación Latinoamericana de Sociología, pp. 131 – 154. Al igual que en este artículo, el texto que vamos a desarrollar está pensado como ayuda a los educadores y a los estudiantes de maestrías en educación. Por esta razón he tratado de no usar terminología filosófica rebuscada. He tratado, en síntesis, de escribir del modo más comprensible posible.

2 El ambiente cultural es amplio, hace referencia a la cultura socio – ético – política y epistemológica en la que estamos instalados. De hecho, no vemos como sería posible separar una ética de un pensamiento epistemológico (aunque es obvio que ética y epistemología no son lo mismo). Dicho de un modo simple: nuestras acciones indican las formas de pensamiento sobre las que se asientan.

3 La creencia en una verdad objetiva y evidente y la incapacidad de revisarla críticamente por parte de los decisores políticos, por ejemplo, es una de las causas de la incapacidad de resolver los grandes problemas que tenemos en nuestras actuales sociedades complejas. Se trata de la confusión entre lo que es una perspectiva desde la que se mira la realidad y la creencia en que esa perspectiva resuelve nuestros problemas, porque es única. Detrás de ello existe como base un error epistemológico: ignorar que en todo conocimiento o saber existe un principio de incertidumbre ineliminable debido a la imposibilidad de conocer todas las variables que interactúan en la emergencia de un fenómeno complejo. Al mismo tiempo ese principio de incertidumbre es también hermenéutico: nunca podemos estar seguros de que nuestra interpretación es cierta.

4 Ver artículo citado en nota 1.

5Desde ahora mismo y para lo que sigue dejo aclarado que solo se referenciarán como bibliografía la obra de los autores que sean citados textualmente. Hablaremos de muchos autores con una gran aportación bibliográfica y que hace innecesaria ser citada en su totalidad, más aún cuando cualquier interesado puede acudir por medio de internet al conocimiento de sus publicaciones.

6 Es recomendable leer el texto de Vattimo, G. (2013). En este texto se encontrará una amplia reflexión sobre la idea de la hermenéutica del ser como interpretación en la línea nietzscheana y heideggeriana.

7 Michel Foucault es uno de los que más se han ocupado en alumbrarnos en la idea de que no existen verdades ni poderes necesarios. Es obvio que todos nos encontramos enredados en juegos de poder y de verdad. Pero no se trata de necesidad, se trata de contingencias que pueden cambiar. Para el funcionamiento del poder se necesitan lo que Foucault denomina “tecnologías del yo”, tecnologías que nos constituyen como “sujetos”. Ver, por ejemplo, Foucault, M. (2015, 2002). En este último texto Foucault (2002) afirma: “no hay ejercicio del poder sin cierta economía de los discursos de verdad que funcionan en, a partir y a través de ese poder. El poder nos somete a la producción de la verdad y solo podemos ejercer el poder por la producción de la verdad. Eso es válido en cualquier sociedad”. (p.34)

8 Es aconsejable leer el reciente texto de Byung-Chul Han (2017) Psicopolítica. Barcelona. Herder. En este texto el autor reflexiona sobre las nuevas formas de poder del capitalismo neoliberal en el que la psicopolítica funciona como un sistema de dominación en el que el poder, a partir y a través de ese poder, genera ilusión de libertad, no reprime físicamente, solamente nos roba la psique o la transforma en pura emocionalidad en la que está ausente la voluntad libre.

9 Para profundizar epistemológicamente en este punto ver Roger Ciurana & Regalado Lobo (2016) y Morin (1977 y 1991).

10 Cuando hablamos de sistemas complejos con sensibilidad a las condiciones iniciales hablamos de sistemas cuyas predicciones no son “condicionales” (sistemas estacionarios, cerrados). Una predicción condicional es, por ejemplo, que en determinadas condiciones físicas una caldera estalla. Pero, claro está, eso funciona en sistemas estacionarios, cerrados, repetitivos, recurrentes. Pero sistemas de ese tipo son bastante raros en la naturaleza y más aún en el ámbito de las modernas sociedades porque existen muchas interferencias externas, retroalimentaciones, azares. La sociedad, en su desarrollo, es bastante cambiante y básicamente poco repetitiva. Es difícil, sino imposible, reducir la realidad a normas preestablecidas. Se trata de la dificultad para dominar el paso del tiempo. Otra cosa diferente es forzar predicciones y aun así constantemente tenemos que ir reajustándolas. Lo que acabamos de escribir es una buena muestra del fallo del programa determinista clásico.

11 Es muy interesante leer un texto que escribió Tomás Moro en defensa de Erasmo de Rotterdam frente a las acusaciones que un monje anónimo de su tiempo hacía a Erasmo de favorecer el protestantismo y de influenciar de modo pernicioso a la gente en sus textos. Ver Moro, T. (2009) Carta a un monje. Se trata de un texto escrito en 1519. Debemos la posibilidad de leerlo en nuestros días a la magnífica edición (introducción y traducción) del profesor Álvaro Silva, gran especialista en la obra de T. Moro.

12 Se trata del texto Juan 1.1 “En el principio era el verbo y el verbo era con Dios y el verbo era Dios”. El problema es que la palabra griega “logos” se puede traducir por verbo, razón, y sermo (diálogos). Obviamente no es lo mismo decir que en el principio está el diálogo que decir que está el verbo (Dios). Dicho de forma clara, si en el principio está el dia-logos podemos pensar que aquél que dialoga lo hace porque piensa que puede haber otras perspectivas. Cosa contraria ocurre con aquel que afirma que en el principio está la palabra que está con Dios…

13 La obra de Touraine, A. & Khosrokhavar (2002), está plagada de importantes reflexiones sobre el tema. Por ejemplo: “el sujeto es el sentido encontrado en el individuo y que permite a este ser actor. El sujeto es la conciencia del deseo, del esfuerzo del individuo, por ser actor, por vivir su vida”. (p.103)

14 Estamos de acuerdo con M. Onfray, más allá de su referencia a Francia, porque el problema es universal, cuando escribe que “el mercado se ha convertido en el horizonte infranqueable de nuestra época desde que el socialismo liberal miterrandista operó la conversión de la izquierda gubernamental a las virtudes de la oferta y la demanda. Se conocen los daños que esto produjo en el mundo de la empresa y del trabajo: la desaparición de la clase obrera y la creación de una clase social de esclavos sin status, obligados a soportar toda clase de impuestos y tareas a voluntad, disponibles mentalmente, intelectualmente, psíquicamente, físicamente, sometidos a amos cuyas órdenes emanan de la Bolsa o de un consejo de administración únicamente permeable a la ley de los dividendos” (Onfray, 2008, p. 90). Este problema cada vez se agiganta y crea más ramificaciones. En ese sentido no perderemos el tiempo si leemos Chomsky (2017). Insistimos: se trata de un problema global.

15 Nos referimos como vimos anteriormente (ver nota 12) al llamado “efecto mariposa” en la física, a la imposibilidad de predecir a ciencia cierta el futuro y, en ese sentido, pensamos en la conveniencia de estar atentos cognitivamente frente a tanto engaño y tanta producción de ilusiones por los detentores del poder político y económico.

16 Recordemos dos cosas, en la época de Platón el paradigma cultural dominante daba más status al varón que a la mujer; por eso que habla solo de “varones”. Hoy obviamente ese texto lo podemos generalizar al ser humano. Por otra parte, como hemos escrito en el texto, un hombre “bueno” es el ciudadano, aquel ser humano educado en las virtudes cívicas y para lo cívico.

17 Como es sabido en el mundo homérico el cíclope es el ejemplo que contrasta y hace de espejo muchas veces con lo que es el hombre educado, civilizado.